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El Telégrafo
Byron Villacís

Lo bueno y lo malo del plan

06 de abril de 2018

La interpretación de un plan económico no se da solamente por su contenido técnico, sino –además– por el apoyo o rechazo que genera en agrupaciones políticas y sociales. El Gobierno ha presentado un plan recibido positivamente por casi por todos los voceros empresariales del país. Apenas una minoría –que representa la opinión más extremista– ha exteriorizado reparos sustanciales. Esto revela el guiño de ojo que el Gobierno hace indiscretamente a la derecha; sin embargo, antes de que algunos festejen por complacencia o displicencia, hay matices que comentar.

Lo positivo del plan es que reconoce la necesidad de evitar el camino del endeudamiento (que por sí solo no es malo, pero requiere condiciones que el país no tiene). Repiensa la estructura del Estado invocando a la eficiencia (que por sí sola no es justificable, pero que la administración anterior subestimó). Resalta la importancia de la actividad privada y la productividad (condiciones necesarias, pero insuficientes para la sostenibilidad social) y, además, propone incentivos económicos que, en promedio, aparentan ser positivos sin descuidar cierta protección al producto nacional.

También hay elementos negativos. Existe un sobreenfoque en aspectos fiscales y macroeconómicos. Poco se ha dicho sobre la inevitable coordinación con la política industrial. Tampoco está claro el rol de la seguridad social ni las estrategias alrededor del subempleo e informalidad. Adicionalmente, las alianzas público-privadas no son negativas per se, pero son extremadamente sensibles al marco regulatorio con el que se ejecutan. Por ejemplo, pocos conocen la opacidad de la financialización que pueden producir. Lo más grave, sin embargo, es la ausencia de los trabajadores como agentes interpretativos legítimos de la herramienta política.

Obviamente, hace falta evaluar las especificidades de la operatividad del plan. Es solo en la praxis donde el discurso se materializa y donde, nuevamente, será la economía política alrededor de los agentes sociales la que decida qué tan positivas fueron las intenciones. (O)

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