La inestabilidad política de Sudamérica está relacionada con la enorme desigualdad, pero ese factor objetivo es aprovechado por varios imperios para mover el tablero político, para aupar grupos afines, que garanticen la explotación de los minerales necesarios para las industrias de productos tecnológicos, armas, incluso carros eléctricos.
En los relatos que circulan en medios de comunicación se encubre la realidad a partir de enfoques maniqueos, que contraponen a uno y a otro líder mundial, asimilados con tendencias de derecha e izquierda. En el fondo, estos líderes obedecen en general a corporaciones trasnacionales que ven a América Latina solo como un botín.
No se trata solo de un imperio; actualmente compiten por el control de nuestros recursos varias potencias, cuyas corporaciones están aliadas mediante la combinación de capitales privados que, aunque aparentemente rivales, comparten un único objetivo: ganar cada vez más. Estos grupos se mueven tal cual lo hicieron hace 500 años, cuando grandes empresas privadas iniciaron exploraciones en el Nuevo Mundo en busca de oro.
El espacio que se encuentra en el corazón de Sudamérica, alrededor de Bolivia, parece estar predestinado no solo a la explotación de los recursos naturales, sino a la medición de fuerzas de las potencias, cada una de las cuales busca colocar un gobierno que permita la extracción directa del litio e impida la industrialización nacional o, en otro caso, la protección de los ecosistemas. Los datos hablan por sí solos: China lidera la demanda de litio para el desarrollo de su industria de carros movidos con batería eléctrica, una vez que está por terminarse la era del petróleo, mientras EE.UU. despliega su fuerza para reapropiarse de los recursos naturales y detener la crisis de su economía industrial incompetente.
Entre tanto, las élites regionales de América Latina no ven más opciones que tomar posición en el tablero mundial, aliándose coyunturalmente con uno u otro imperio, los que al final son caretas de las grandes corporaciones. El último proyecto para consolidar en América Latina un lugar geopolítico energético fue destruido. Debilitada por la interdependencia estructural, la nueva realidad global y sus propios errores de cálculo, por ahora América Latina no ve luz. (O)