Cuando iniciamos una relación comercial, civil o personal siempre existe algo llamado acuerdo, es decir, que las voluntades de dos partes se confunden en un solo camino para llegar a un objetivo en el cual, una se compromete a hacer algo y la otra a pagar a hacer o no hacer algo a cambio.
Estos acuerdos son cotidianos en nuestra vida profesional como también en nuestra vida personal, en los cuales con quién nos comunicamos y convenimos podemos entender el alcance de estos de manera distinta, es aquí cuando llega el temido conflicto.
El conflicto es normal, pasa siempre, es cotidiano y en específico, es humano. El manejo de este defecto en los acuerdos tiene una sola regla, siempre tiende a elevarse y es cuestión que una de las partes diga, haga o no haga algo para que se convierta en una diferencia irrenunciable. Esto provoca, a su vez una palabra sobre utilizada, demanda.
Cuando estamos iniciando con el conflicto, usualmente recurrimos a confundir lo objetivo con lo subjetivo, es decir, mezclamos dentro del mismo problema lo que nos hace sentir esto (odio, ira, venganza) con el verdadero problema (incumplimiento de tiempos, plazos, o el objeto del acuerdo). Esta confusión de sentimientos y hechos se desbordan en “dimes y diretes” en la relación ya desgastada que conlleva a que nosotros, los abogados, seamos llamados a atender el momento del quebranto de la relación.
Ahora, nosotros, los abogados tenemos un defecto de por medio, intentamos ser los “caballeros de ataque y defensa” de nuestros clientes y nos confrontamos con la otra parte para hacerle sentir, ilegítimamente, protegido y resguardado a nuestro cliente, por lo tanto, el conflicto sigue elevándose más y más hasta llegar a la recomendación que todo cliente eufórico quiere escuchar “préstame los papeles que le demando”, y con eso, falsamente, los abogados hicimos un buen trabajo. Esto no puede estar más lejos de la realidad.
En mi experiencia profesional he escuchado de todo cuando dos empresarios discuten sobre el alcance de su acuerdo y como, uno dice tener la razón y, el otro, le discrepa de manera eufórica sin que lleguen a una solución. Normalmente, el problema es algo solucionable que, con cabeza fría y metódica, puede llegar a un fin discreto, poco oneroso y muy beneficioso para las partes.
Los actos del conflicto deben sentir que han ganado en el acuerdo, para esto se requiere de mucha destreza de su asesor legal para hacer entender a su cliente y a su contra parte que, el convenio puede ser planteado sin llegar a un Juez. Lo esencial es explicar de manera pormenorizada cuanto realmente cuesta, dura y es un proceso legal y que se sacará el mismo. Usualmente las sentencias dan razones, pero no solucionan problemas.
Debemos ser criteriosos y encontrar el verdadero conflicto, pues muchas veces un “perdón” es suficiente para encontrar un camino, pues la verdadera razón por las cuales una persona no quiere hablar con otra no es que haya “incumplido el contrato”, es que posiblemente todas las mañanas no le saludaba como el otro esperaba, o tal vez no entendió bien un correo que asumió es irrespetuoso, o tal vez le llamaba por las noches a su proveedor y este no supo explicar que eso no estaba bien hacer eso. La lucha de egos y asumir lógicas son las mayores causantes que los juzgados estén repletos de procesos que no deberían estar ahí, la comunicación es algo que nos falta practicar de mejor manera, a todos.
En este sentido vemos que el sistema judicial está colapsado, porque debemos aceptarlo, el ecuatoriano promedio y el abogado ecuatoriano promedio recomienda siempre demandar por todo, por cualquier cosa, es la única solución, el mediar, el acordar es de cobardes y cuando un abogado intenta hacerlo “es un liviano”, le teme a pelearse en un juicio. Maduremos un poquito por favor.
Quisiera que entendamos con esta columna algo, cuando vamos donde un Juez, estamos aceptando que no fuimos lo suficientemente conscientes, estratégicos y maduros para solucionar nuestros problemas bajo el estándar de la inteligencia emocional y el acuerdo equilibrado por nuestra cuenta, por eso llamamos a un tercero (Juez) para que nos dé solucionando las cosas que no pudimos nosotros. Todos somos inteligentes, todos podemos solucionar nuestros conflictos, aún no hemos descubierto nuestra gran capacidad de ser justos y eso debemos pensarlo diariamente.
Por último déjeme decirle que con “cabeza caliente” parecería una muy buena idea demandar, es más, eso lo hará sentir bien los primeros dos meses, pero entenderá que después de 5 o 6 meses su demanda aún no estará citada (esto más o menos dura hacerlo), después entrará en un sin número de gastos periciales, tendrá que presentarse en un juzgado a que le pregunten y re pregunten cosas, después estará llamando a su abogado a preguntar por qué no se emite la sentencia y le dirá “así es el sistema, ya voy a insistir más”, tendrá un sentencia, después alguien apelará y tendrá otro año de espera, y si es el caso, tendrá que esperar a una casación, que le tomará unos años más. Recuerde que tal vez pierda o tal vez gane, si le aseguran que va a ganar, cambie de abogado.
Cuando por fin llegue su sentencia, le tocará esperar a que le hagan pagar a quién le tiene que pagar y así, su vida estará siempre pensando en cuando llegará el momento de recibir lo que usted piensa que debe recibir, pero mire bien cuanto tiempo, dinero, esfuerzo y estrés usted tuvo para conseguir lo que posiblemente no arregló el problema. Una conversación sana, afable, técnica y consciente para acordar pudo quitarle todo este peso de encima y dejarle a los tribunales y juzgados atender problemas que realmente tengan que ser atendidos.
Sí, hay eventos, circunstancias y temas que deban irse a juicio, esto es normal también, pero les pido que determinemos bien que mismo debe irse a un proceso legal, preguntémonos si realmente podemos arreglar las cosas por nuestra propia cuenta, a veces, renunciar a los intereses es más barato y beneficioso que ganarlos en un proceso legal. Perder para ganar.
La cultura del acuerdo debe comenzar, creo que Ecuador está plagado de gente inteligente, consciente y que aún no descubre que podemos ser jueces, podemos ser justo, y podemos ser unos buenos negociadores, esto es esencial para saber que podemos hacer un país de acuerdos.
Como consejo, comience desde casa, mire los conflictos que usted resuelve, siéntase Juez, mire sus decisiones hasta con usted mismo, aplíquelas a la vida. Es de sabios acordar.