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El Telégrafo
Bernardo Sandoval Córdova

Liderazgos tóxicos

Los liderazgos tóxicos se sustentan en una combinación de carisma, narcicismo y culto a la personalidad.
24 de enero de 2021

El líder es la figura que, por diferentes atributos  o,  por razones menos plausibles, logra que la gente le siga.  La importancia del líder político, a nivel nacional, estriba en el ejercicio del poder y, por ende, en un legado de legislación,  de influencia ideológica, de actitud popular cuya duración es variable.  El liderazgo puede ser bueno y positivo y, casi unánimemente reconocido, como  fueron los casos de Franklin Delano Roosevelt y Winston Churchill o controvertidos y hasta nefastos o tóxicos como los de Juan Domingo Perón, Donald Trump o Rafael Correa. 

El liderazgo de Roosevelt y de Churchill emerge de situaciones de crisis profunda y de enfrentar desafíos titánicos:  la Gran Depresión  en los años treinta y la Segunda Guerra Mundial. La conducción de ambas naciones y el liderazgo, más allá de sus respectivos países, fue un ejemplo de sentido de solidaridad, de empatía, de legislación social transformadora y de preocuparse muy poco por si mismos, sin aires de grandeza, sin despliegues de fanfarria marcial ni culto a la personalidad.  La agenda de sus naciones era el centro de su acción y la historia los ha reconocido. 

Los liderazgos tóxicos, por el contrario, se sustentan en una combinación de carisma natural, de narcicismo y culto a la personalidad, de disponibilidad económica coyuntural, de populismo exacerbado, de propaganda sistemáticamente construida, de total falta de escrúpulos para conseguir los fines y de cultivar asociaciones con grupos de poder.   Este conjunto de condiciones leuda exitosamente cuando el pueblo carece de educación y capacidad de análisis y cae, presa fácil, ante las obras faraónicas, el discurso polarizador de buenos y malos, el histrionismo de propósito degradante hacia los opositores,  el nacionalismo sentimentalista y manipulador, entre otras cosas. 

Argentina  ha sido víctima del peronismo y su legado.  El deterioro de ese gran país, ícono de la América hispánica,  ha sido notable en los 70 años de influencia peronista.     Estados Unidos, referente de la democracia mundial, se rindió ante un liderzuelo prepotente e ignaro, con ínfulas de rey y en el error tuvo que pagar la vergüenza del asalto al Capitolio, el 6 de enero de 2021.  Trump ha salido pero tiene una base de 75 millones de fanáticos obnubilados cuya fuerza política no es desestimable. 

No permitamos que la versión ecuatoriana del liderazgo tóxico prospere. El 7 de febrero tenemos la oportunidad de sepultar al más tóxico de los liderazgos y evitar un destino como el de Venezuela.   A partir de  entonces, solamente un obsesivo esfuerzo por la educación nos liberará de la vulnerabilidad ante los  líderes populistas, mesiánicos, ególatras y tóxicos. (O)

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