El debate acerca de las preferencias sobre el libro digital o impreso, a mi parecer, es ocioso. Creo que ambos formatos son válidos y cada uno tiene sus ventajas. La aparición de la imprenta, como sabemos, significó una verdadera revolución cultural y, como lo sostiene Benedict Anderson, el capitalismo impreso contribuyó irremediablemente con el surgimiento de las naciones modernas.
El libro, como artefacto cultural, ha tenido una enorme importancia en el desarrollo de la propia humanidad.
El libro digital, indudablemente, es más versátil. Se pueden descargar cientos de libros en un pequeño aparato menos pesado que un libro; allí se subraya, se comenta y se comparten citas a través de las redes sociales. Además, y esto es fundamental, se puede acceder a una cantidad inmensa de literatura de todos los géneros y en diversos idiomas, sin necesidad de viajar o visitar una librería, salvo la virtual.
Más aún, si eres un lector asiduo y te gusta leer en las noches, cuando hay poca luz y puedes estorbar al de al lado, el libro digital tiene luz incorporada. Aún bajo la luminosidad solar, la versión paper white te permite leer sin mayor problema. Y un dato no menos relevante, usualmente se encuentran las versiones digitales en precios más bajos que los libros impresos. En fin, las ventajas son múltiples y es inevitable que las nuevas generaciones digitales prefieran este formato, en nuestro medio aún poco difundidos.
No obstante, el libro impreso tiene su encanto que viene dado por el papel, por la textura, por el color y hasta por el aroma. Además, la biblioteca sigue siendo ese lugar lleno de estantes en donde descubres un mundo insospechado. La materialidad del libro impreso nos permite asir ideas y pensamientos a los cuales podemos volver cualquier momento y esto nos brinda una seguridad mayor que tener un libro descargado en un formato digital.
Sin embargo, lo importante es democratizar el acceso a los libros y bienes culturales. En nuestro medio se vuelve un artículo de lujo y hay que reconocer que tenemos un mercado ínfimo, los lectores en el país son una fracción insignificante y la mayor parte conectados al sistema educativo.
No obstante, el libro -en uno u otro formato- continuará siendo el dispositivo fundamental de la cultura, a largo plazo. (O)