El libre ingreso a la Universidad es tema recurrente y cargado de nociones políticas y demagogia. El libre ingreso fue una de las consideradas “conquistas” de la “Reforma de Córdoba” de 1918 y que tuvo importante eco en América Latina. En 1969 se abolió, en Ecuador, el examen de ingreso a la Universidad y, a partir de entonces y por muchos años, el MPD dominó la política y la administración universitaria por décadas.
Fueron muy malos años para la calidad universitaria. La masificación deterioró la calidad de la educación. La tasa de graduación, en la Escuela de Medicina de la Universidad Central del Ecuador en la cohorte 1979-1986 fue de alrededor del 25%, representando una altísima pérdida económica para el Estado. Entrar a la Universidad no significaba, en modo alguno, graduarse.
Tenemos en Ecuador el criterio de que todos deben ir a la Universidad. Este es, evidentemente, un criterio errado, pues muchísima actividad económica en el mundo está generada fuera de la posesión de un título universitario. En Estados Unidos, el 69% de los graduados de la educación secundaria acceden a la Universidad; en China, Alemania y Francia, el 60%, 57% y 52%, respectivamente.
Está claro, entonces, que no todos deben ir a la Universidad para construir una sociedad desarrollada económicamente, con buena calidad de vida. Está claro que la sociedad requiere de trabajadores manuales calificados, de calidad, que no requieren título universitario y que, estando bien preparados, poseen las condiciones para prosperar económicamente y emprender hasta poseer negocios propios.
La prueba Ser Bachiller ha estado en el ojo del huracán por el tema de la filtración de exámenes y ha reactivado el fantasma del libre ingreso a las universidades públicas. Sería catastrófico el permitir el libre ingreso a la Universidad. Un problema de proceso no debe desaparecerlo. Un accidente de aviación no debe eliminar el transporte aéreo.
Hay que aumentar la variedad en la oferta de las carreras universitarias, pero mantener la selectividad en el ingreso a la Universidad. La razón debe prevalecer sobre la demagogia. (O)