En la vehemente carrera por patentar genes, empiezan a aparecer detractores. Habituados a pensar que todo lo que se investigue es susceptible de patentarse o apropiarse, sobre todo por parte de las grandes empresas que financian las investigaciones y descubrimientos, se nos muestra como natural declarar propios, de uso exclusivo, no reproducibles, secretos, estratégicos, los genes en general.
En estos días, salió a la luz la avidez por patentar genes de los recursos marinos, con la oposición de un grupo importante de investigadores. El premio Nobel y especialista en agricultura Norman Borlaugh se pronunció en contra de que las compañías privadas y las transnacionales controlen el material fitogenético y las semillas y que se patente el plasma germinal. Otros investigadores piden crear un fondo común internacional de patentes de genes marinos para lograr un acceso equitativo y ético a los recursos del mar y evitar que solo 10 países acaparen el 90% de esas patentes. Esos países solo tienen el 20% de costas marinas. EE.UU., Alemania y Japón poseen el 70% de patentes y el resto se reparte entre Francia, Reino Unido, Dinamarca, Suiza, Bélgica, Países Bajos y Noruega.
El trámite de patentes no obliga a declarar, por ejemplo, de qué sitio se extrajo la muestra marina ni a qué organismo pertenece. De 194 países, solo 31 han solicitado patentes marinas, lo cual reafirma la conocida brecha científico-tecnológica a favor de los patentadores. El llamado de los científicos es a regular las patentes, sobre todo de genes extraídos de aguas internacionales (el 65% del total de los mares). Se debería ir aun más lejos y abogar por los beneficios para la humanidad y la liberación total del uso del conocimiento.
En el plano de los genes humanos, en EE.UU. se formó el movimiento ACLU (American Civile Liverties Union), bajo el lema “Do not patent my genes”, que planteó un juicio para anular las patentes de los genes de diagnóstico del cáncer de mama BRCA1 y BRCA2. El abogado argumentó a favor de la demanda, que “la estructura química de los genes humanos nativos es un producto de la naturaleza, y no deja de serlo cuando esa estructura es aislada de su entorno natural, como no dejan de serlo las fibras de algodón separadas de su semilla o el carbón una vez extraído de la tierra”. Habrá que esperar el veredicto.
El tema central de las patentes de genes gira sobre los millones de dólares que se manejan y manejarán casi exclusivamente por las grandes transnacionales de la ciencia y tecnología. Hoy existen 35 mil patentes de genes; irónicamente, estamos excluidos de su uso los propietarios naturales de los genes: toda la humanidad.