Publicidad

Ecuador, 05 de Octubre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Carol Murillo Ruiz - cmurilloruiz@yahoo.es

Leer la casa

16 de noviembre de 2015

Los libros, ah, los libros. Los hay pequeños, grandes, de fondo, de espuma. Los hay para volar y otros para aterrizar y detenerse. Los hay apasionantes porque interpretan el trastorno del momento vital de quien los lee. Los hay pasajeros porque ignoran las emociones pasadas. Pero me allego más a lo que decía Oscar Wilde: “Los libros están bien escritos, o mal escritos. Eso es todo”.

Pensaba en esto cuando recorría la Feria Internacional del Libro 2015 que se desarrolla en la Casa de la Cultura Ecuatoriana este fin de semana. Veía por enésima vez los mismos libros, escasísimas novedades, es decir, el desabrido refrito de una exposición de libros que para llegar a ser feria debe pasar por un control bibliográfico y de producción editorial global de lo que se ha publicado recientemente. Un control que filtre autores y empresas editoriales famosas y casas editoras por fuera del circuito comercial.

Una selección de obras y tejidos culturales que en verdad proyecten las ideas de la creación literaria, ensayística, científica, pedagógica, filosófica, etc. Una aplicación de herramientas tecnológicas que enlace a los nuevos lectores -niños y jóvenes- con la aventura de leer textos de diverso tamaño, forma y contenido para que no mueran en el intento. En fin, una feria que enamore y no solo distraiga con la contemplación de libros reciclados de las bodegas de algunas librerías.

Si internet ha prodigado tantas fuentes de información y relajamiento, y, además, ha puesto en relativos aprietos la producción y circulación de libros impresos, la experiencia de ya una década de explosión virtual también nos dice que el libro de papel sobrevivirá, tanto por la plasticidad de su formato cuanto por el fetichismo de lo contemporáneo. Un libro impreso siempre será una suerte de lazo con aquel instante de la invención de la imprenta y su voraz sublevación de la palabra. Nada hay más hermoso que indagar el mundo o el espíritu humano -su saber acumulado- a través de la palabra escrita y sus diversos códigos cognitivos: poesía, ficción, realidad o investigación científica, por decir algo.

Así, leer no está relacionado únicamente con la contingencia de adquirir libros caros, baratos o regalados. La acción lectora va a más allá de tener un libro, cualquiera, al alcance de la mano; porque tenerlo no hace a alguien lector. El impulso de una lectoría amable, generadora de habilidades y gustos por uno o varios campos del saber, se vuelve un estímulo real cuando se ha transformado la vida doméstica (hogar) y la vida institucional (escuela o colegio). Aprender a leer en condiciones psíquicas y materiales precarias no construye un lector comprensivo y menos un inconforme con el statu quo.

La lectura está ligada entonces a todo el andamiaje cultural y educativo del entorno; ergo, esta feria refleja el clima lector de una sociedad acostumbrada a agradecer lo poco y a reclamar la nada.

La feria del libro cambiará cuando su propia trama social, cultivada y sostenida desde abajo, demande un previo, largo e intenso trabajo en el más determinante ciclo de lo humano: aprender a leer la casa y luego aprender a leer un libro, dos libros, mil libros. (O)

Contenido externo patrocinado