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El Telégrafo
Sebastián Endara

Lección para liberales III

28 de octubre de 2020

El desarrollo del capitalismo a nivel mundial ha implicado la generación de una organización muy precisa de los dispositivos culturales, políticos, y obviamente económicos para el sostenimiento, el funcionamiento y la reproducción de la sociedad.

Esta precisión no admite dudas ni desvaríos. No admite el disentimiento, y cuando éste existe, cuando se produce la autonomía; entra en escena la fuerza coercitiva y totalitaria que concreta los presupuestos de orden del sistema. Pero aquí es cuando se produce una primera ruptura entre el capitalismo y el liberalismo, porque el capitalismo, tal como se plantea, requiere personas sumisas y conformes que se licuan en una gran masa uniforme.

El liberalismo, por su parte, no puede tener cabida dentro de una estructura que no respeta la individualidad, la autonomía, la capacidad de decidir y por lo tanto el disentimiento. El capitalismo no solo anula las bases políticas del liberalismo, sino toda la estructura de una razón crítica que se opone al desmantelamiento de las bases reales de su condición de posibilidad mientras denuncia la hipocresía de un sistema que se asienta sobre bases políticas (las liberales) que son destruidas sistemáticamente.

La preocupación por la anulación de los derechos en función del funcionamiento de la economía no debería verse como una preocupación estrictamente socialista, en lo absoluto. Debería ser una preocupación de la propia democracia liberal que, al no evolucionar hacia estadios de realización y expansión de la libertad, posibilita el aparecimiento de rasgos fascistas como consecuencia de la priorización y mantenimiento de las lógicas economicistas por sobre las lógicas políticas.

Como lo mostró Marcuse, en el capitalismo, el medio se convierte en fin, y el sentido solo puede ser legitimado por una forma de ordenamiento represivo pero que al mismo tiempo es deseado, anulando todas las posibilidades de su superación, solo hasta el momento en que se produce un sisma, un agotamiento de los discursos culturales legitimadores del sistema que se enfrentan con el principio de realidad, de una realidad incómoda, de ausencia de derechos elementales, de política, y en ese escenario es que aparece a veces tímida, otras como un tsunami, la conciencia y la dignidad.

¡Nuestro saludo al pueblo de Chile! (O)

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