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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Las Tres familias y el feísimo

29 de septiembre de 2016

No lo puedo negar: la gocé y me reí a más no poder. Si el desenlace de la trama hubiera roto las ideas de inmovilidad social, racismo y sexismo, habría afirmado: ¡Genaro Tomalá, eres excelente!

La telenovela es un género desarrollado por la televisión latinoamericana en el cual se funden forma y contenido, es decir arte y comunicación. Su forma privilegia la estética actoral, la trama y la calidad de su producción audiovisual; y su contenido se concentra en el mensaje esencial que se busca transmitir. El mensaje está compuesto por una dimensión literal o denotativa y otra dimensión subliminal o connotativa, por medio de la cual reproducimos, a veces sin proponernos, penumbras y patrones racistas y sexistas, que están impregnados en nuestro subconsciente, porque devenimos de un proceso colonial y neocolonial.

En lo formal y artístico, la telenovela Tres familias es una buena producción nacional. Durante su trasmisión logró uno de los efectos más difíciles del género de la comedia: hacer reír a carcajadas, no solo por la trama, sino también por la extraordinaria actuación de casi todos los actores. La risa y la carcajada en estos tiempos son cada vez más escasas; diríamos que los humanos modernos, atrapados por el materialismo exacerbado, estamos acusando dificultades para descubrir la dimensión graciosa de la vida.

El acto de reír es simple, efímero, bullicioso, pero profundamente placentero. Para causar risa es necesario una interacción comunicativa con el Otro, con quien tenemos que compartir un sistema de códigos y significados comunes, de tal forma que podamos realizar una analogía entre la realidad y la imagen caricaturizada o el relato hiperbólico, que al final de cuentas no es otra cosa que una versión teatralizada y cómica de nosotros mismos y de nuestra sociedad.  

Me imagino el trabajo de filigrana de un libretista de teatro o un guionista de televisión, para producir una comedia de calidad sobre la vida de los ecuatorianos de la costa. Los creadores de Tres familias demostraron dominio técnico, conocimiento de la composición y geografía social de los guayaquileños, de sus características culturales, diccionarios gestuales y lenguajes cotidianos, llenos de inflexiones, sonidos altisonantes y ritmos. En lo connotativo, la serie reprodujo, sin embargo, aunque creo sin intención expresa de los guionistas, algunos atavismos.

El contenido deja ver a una sociedad dividida en tres clases sociales que contradictoriamente conviven armónicamente. Se trasmite la idea de que los ricos-blancos-exitosos mantienen el estatus mediante la magia del negocio inmobiliario y especulativo, camino a seguir a pesar del acecho del malo, que aparece dentro del típico concepto maniqueo. Y que, en cambio, hay una especie de designio natural que impide la movilidad social de los de clase media y baja, cuyos miembros no podrán superar su destino de pobres desempleados e incapaces intelectuales.

Las mujeres que encarnan los papeles principales de Tres familias están asociadas con la incapacidad intelectual y la sensualidad. Rompe el esquema, la mujer pobre, que se transforma en emprendedora, lo que deja ver en este caso un valor positivo asociado -además- a una familia unida y solidaria, en la cual predomina el matriarcado, poder ejercido por la fuerza del chancletazo. Por su parte, la caricatura de la pobreza y la clase social popular está asociada al color de piel oscuro y a un valor estético: la palabra ‘feísimo’, siempre repetida, aunque llena de comicidad, recae constantemente en un Tomalá, cuyo fenotipo y apellido se identifica claramente con el origen indígena.

Genaro Tomalá pudiera ser un moreno guapo, emprendedor estable y profesional ¡excelente!, aunque su color de piel sea canela y lleve camisas barrocas y estrafalarias. (O)

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