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El Telégrafo
Edmundo Vera Manzo

Las tragedias desnudan lo que somos: solidarios con los necesitados, indiferentes o aprovechadores

30 de abril de 2016

El terremoto del 16 de abril de 2016 ha desnudado la anatomía y el espíritu del pueblo ecuatoriano y de la comunidad internacional. Hemos sacado a relucir lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. Ha prevalecido la solidaridad de nuestro pueblo y los países que tienen sensibilidad por las tragedias y el sufrimiento de la humanidad e inmediatamente estuvieron  presentes y enviaron rescatistas para intentar y salvar vidas atrapadas en los escombros, son los héroes mayores. La solidaridad hasta el límite superior que es el heroísmo: ser capaces de arriesgar y entregar la vida al servicio de los demás sin hacer distingos de países, razas, género y condición económica y social, solo dejándose llevar por el impulso anónimo más puro del alma como lo es servir. Muchas otras personas de espíritu solidario se acercaron y continúan colaborando en las más variadas tareas mitigando la tragedia. Son seres anónimos, buenos, que no piensan dos veces y actúan, como diría Pascal, por las razones del corazón. Se comprobó que el espíritu de solidaridad y voluntariado de nuestras comunidades es grande en Ecuador; están a la altura de las circunstancias, listos donde existe una catástrofe, tragedia o dolor ajeno.

Los indiferentes son insensibles al dolor ajeno. Los indiferentes son personas que no sienten aceptación ni rechazo hacia personas, asuntos u objetos. Si ven la televisión, nada les llama la atención y si aparece una tragedia, no quieren enterarse, cambian de canal o apagan el artefacto. Frente a una desgracia se tapan las orejas o mueven la cara para no enterarse de la humanidad doliente. Cuando encuentran una persona en el suelo, pasan por encima de ella o siguen adelante sin saber si estaba muerta, herida o durmiendo. Parece que tuvieran el alma petrificada. Nada les conmueve. Aníbal Ponce decía:  “Practicar la indiferencia es practicar la saciedad política. Que nadie puede mostrarse indiferente frente a un pedazo de pan, porque al hacerlo quiere decir que se pertenece al partido de los llenos, de los saciados”. Mahatma Gandhi decía: “Más que los actos de los malos, me horroriza la indiferencia de los buenos”. De estas personas lamentablemente existe un sector importante en Ecuador.

Aparecieron los aprovechadores para lucrar de la tragedia. Los peores son los de cuello blanco, que siempre quieren sacar provecho personal de las circunstancias favorables y son mil veces más repudiables cuando se benefician del dolor, desgracia y tragedia ajena. Los que ‘ayudan’ para hacer propaganda de su acción, satisfacer el ego, obtener ganancias económicas y políticas. Los chulqueros nacionales e internacionales (chupasangre) que se ofrecen al pueblo anémico. Los que quieren que los lugares destruidos se conviertan en  zonas francas y que los empresarios nacionales y extranjeros no paguen impuestos, impidiendo que los afectados sean los  beneficiarios  directos. Los que quieren que el Estado venda su patrimonio a precio de gallina apestada. Los que quieren que se elimine o rebaje los impuestos a los que tienen exceso de glóbulos rojos, mejores ingresos, mayores ganancias, comerciantes prósperos y los más ricos. Los que quieren que no existan servicios públicos (en especial educación y salud) y que todo se privatice. Los que todo lo que tocan lo convierten en oro para su beneficio y si les tocan su bolsillo se transforman en fieras. Los que no creen que los que más ganan deben pagar más impuestos al servicio del bien común. Los que quieren que los Estados se subasten al mejor postor y vivir como en la selva, bajo la ley del más fuerte. Son los que no creen que los más ricos deben colaborar con más dinero. Son los pobres de espíritu. Por eso Jesucristo dijo: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre al Reino de los Cielos”. Vivir para servir es un valor superior. (O)

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