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El Telégrafo

Las revistas culturales, una odisea interminable

10 de junio de 2011

Está en muchos lugares; librerías, supermercados, centros culturales y museos.  Pero sobre todo está en las manos de aquellos que tienen relación con las artes.  Es un espacio de reflexión, de promoción y también de formación.

Desde hace cinco años circula en varias ciudades del país y unos cuantos ejemplares intentan surcar otros rumbos para generar un acercamiento a lo que es el Ecuador cultural.  Me refiero a la revista de cultura y arte Anaconda, que con su edición nº 30 acaba de cumplir cinco años, lo cual no es fácil, pues nuestro país sigue siendo un “gran cementerio de revistas culturales”.

La existencia de las revistas culturales (incluidas las que se editan desde la academia)  es fundamental para la reflexión y el debate, ya que contribuyen a fortalecer y profundizar el ejercicio de ciudadanía, pero -además- la generación de pensamiento sin duda permite consolidar la  democracia.   No se puede concebir un país sin revistas culturales, pues sus páginas son espacios de discusión, es  decir de generación de pensamiento y, en algunos casos, de pensamiento crítico.  Un país que camina hacia el cambio y la transformación necesita reflexión y pensamiento crítico.

El Ecuador es uno de los pocos países en los que no existen suplementos culturales. Los medios de comunicación impresos apenas si publican los fines de semana suplementos de farándula y espectáculos, condimentados con unas piscas de turismo y, eso sí, abundante inducción al consumo: los vestidos y zapatos de moda; miles de productos de belleza y decoración. Todo con un baño de banalidad y con un ropaje de superficialidad que espanta.  El colmo.  Los medios impresos están en deuda con los lectores respecto a los temas de cultura.

En este contexto, las revistas culturales deben competir en desigualdad de condiciones con las revistas comerciales. 

Por ello, su destino es, casi siempre, el cementerio.  Si no fuera por la tenacidad y esfuerzo de sus editores (en el caso de Anaconda, Macshori Ruales) las pocas que aún circulan ya habrían desaparecido. De todos modos, por solo citar unos ejemplos, El Búho circula cada vez que puede; El Apuntador (un referente para las artes escénicas) ahora lo hace cada seis meses.  De ahí que es indispensable que el Estado subsidie la existencia de estas revistas, sin embargo no sucede así. En  2008, el Ministerio de Cultura creó un programa de apoyo a las revistas culturales, a través del cual se entregaba  5 mil dólares a cada una de las publicaciones; en  2009, esa cantidad se redujo a la mitad, y en  2011, simplemente ese apoyo desapareció.

En cualquier caso, larga vida a Anaconda y las pocas revistas culturales que aún circulan en el país.

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