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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

Las ‘putas’ ya están muertas

02 de febrero de 2015

Los grupos oprimidos que luchan y resisten siempre han arrebatado la palabra humillante de la boca del dominador, y le han dado la vuelta, resignificándola y convirtiéndola en arma de lucha. Los indios, los negros, los desposeídos, los de abajo, los condenados de la tierra, como los llamó Frantz Fanon. También las mujeres feministas, que vemos con indignación y rabia cómo maltratan, ofenden y matan a muchas de nosotras, tomamos la palabra que pretende deshonrarnos, la palabra que aspira a infamarnos, la palabra que intenta inmovilizarnos, la palabra ‘puta’, que en boca del agresor no significa otra cosa que el vómito de su odio, porque este hombre ha sido objeto de rechazo, porque no se ha aceptado ya su propuesta sexual, o la continuidad de una convivencia atroz.

Pero no solo los hombres, la sociedad entera “califica y señala con esta palabra a las madres solteras, las amantes, las actrices, las modelos, las solteras, las casadas, las trabajadoras, las estudiantes, las divorciadas, las adolescentes embarazadas, las chicas populares, las coquetas, las que se arreglan mucho, las que se masturban, las rebeldes, las que han sido violadas, las que se conocen, las insumisas, las inteligentes, las autónomas, las que se acuestan con quien quieren sin cobrar, las que cobran; las locas, las que disfrutan, las fiesteras, las que viven solas, las fuertes, las que se visten como quieren, las que van y vienen a su antojo; las que tienen muchos amigos, las amigas del novio” (www.actitudfem.com).

Es decir todas, en algún momento de nuestras vidas, podemos ser calificadas de este modo. Por ello, más vale tomar esa misma palabra y devolverle como una cachetada a aquellos que pretenden humillarnos con ella y a la sociedad mojigata que se convierte en su cómplice, incluidas muchas mujeres, con escasa o nula conciencia de la dominación, de la amenaza, y del riesgo de muerte que vivimos a diario, no solo histórica, sino aquí y ahora. ¿O acaso el hecho de que 6 de cada 10 mujeres hayamos sido alguna vez, o seamos hoy, víctimas de violencia no es un dato contundente de esa amenaza? ¿O acaso la muerte consecutiva y sistemática de mujeres en nuestro país, a veces junto a sus hijos, no constituye la prueba fehaciente de que la muerte ronda nuestras vidas?

Organizaciones y voceros con mentalidad retrógrada y curuchupa, hicieron todo lo que estuvo a su alcance para parar la campaña de la concejala Carla Cevallos que utilizaba la palabra puta, en el sentido de resignificarla: “Si ser puta es ser libre y dueña de mi cuerpo, soy puta y qué? No más cruces rosadas”. Apenas ocho días estuvieron exhibidas las vallas para que se haya revoloteado la supuesta decencia por la que claman grupos como organización Pro Vida y el Observatorio Católico, y hayan abanderado un malestar que, ciertamente, se posicionó en una buena parte de los “quiteños de almas puras” -como mencionó una incisiva tuitera- justamente porque mayoría son los mojigatos y cómplices de esa violencia.  Y el  Alcalde cedió a la presión de la “gente decente”, demostrando en los hechos, que comparte muchos de los valores de autoritarismo y machismo que van definiendo vergonzosamente a nuestros líderes políticos. Pero ¿a quiénes representan estos grupos? ¿Quién los erigió a ellos en los baluartes de la dignidad de las mujeres? Hubiéramos querido verlos cuando asesinaron a 500 mujeres en los dos últimos años en nuestro país. Sí, mientras todo esto ocurre, la violencia y el sexismo hacen su trabajo, y muchas de estas ‘putas’ ya están muertas, pero tranquilos… la ‘decencia’ ya volvió a ser instalada en los inmaculados hogares quiteños.

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