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El Telégrafo

Las múltiples facetas de la destitución de Gustavo Petro

17 de diciembre de 2013

La destitución de Gustavo Petro de la alcaldía de Bogotá no es solamente un peligroso golpe a las instituciones democráticas, un abuso de poder de la peor calaña perpetrado por un procurador retrógrado. Es un contragolpe de ese monstruoso proyecto político encabezado por el expresidente Álvaro Uribe, del cual el procurador Ordóñez es un ferviente acólito. Es un atentado en plena regla al dificultoso, pero hasta ahora exitoso, proceso de paz.

Petro habrá tenido limitaciones -me llegaron voces sobre su carácter despótico y sus errores políticos-, pero a la vez algunas reformas importantes se deben a él: el cierre de la plaza de toros, una renovada atención hacia los segmentos más desposeídos, la baja de las tarifas de varios servicios públicos y la reforma de la gestión de la basura a expensas de grupos millonarios, justamente el tema al centro de la destitución. El punto es que la movida del Procurador va más allá de los asuntos capitalinos y responde a movimientos de poder a nivel nacional. La estrategia de acrecentar la tensión y remover a uno de los adversarios políticos más relevantes tiene como único intento la desestabilización finalizada al fracaso de la paz y el regreso del uribismo.

Lo que más sorprende es el silencio mantenido hasta ahora por el presidente Santos, quien tiene la facultad legal de ratificar la destitución del Alcalde de Bogotá. Esta ambigüedad no ha sido fugada por la interpretación de las leyes dada por el ministro de la Justicia, quien dice que Santos no puede hacer otra cosa que ratificar el fallo del Procurador. Aun si esa fuera la única interpretación posible de la jurisprudencia vigente, Santos debería tomar distancia. Su silencio echa sombras sobre lo que está pasando en la trastienda de la derecha colombiana. ¿Tal vez esa división entre pacifistas y belicistas no es tan aguda como se pensaba?

Hasta mientras, Petro ha recibido el apoyo de millares de colombianos. Pronto emprenderá acciones ante la CIDH y se reunirá con congresistas estadounidenses y funcionarios del Departamento de Estado. Entiendo que en un país como Colombia, donde la sujeción hasta EE.UU. se mantiene fuerte, un respaldo de ese tipo lo fortalecería sensiblemente. ¿Pero dónde queda la Unasur? No solamente no ha sido invocada, sino que no ha planteado intervenir hasta ahora. Estamos ante un golpe de Estado, es preciso que intervenga.

Finalmente, una nota sobre la preocupación expresada por el futuro embajador de EE.UU. en Colombia. ¿No les parece que lo que está pasando, con las debidas proporciones, es lo que pasó en Afganistán con los talibanes? Primero EE.UU. encuentra un sujeto político para perseguir sus intereses geopolíticos, lo arma hasta los dientes, lo empodera, lo financia. Ese sujeto se vuelve un sujeto dominante, fuerte, hegemónico. Pero en un dado momento se transforma en un animal fuera de control, irracional, que deja de responder a su amo. EE.UU. tiene muchos ‘hijos’ regados que se rebelan a la autoridad paterna, armando desmanes. Tal vez sea hora de que deje de hacer crecer monstruos por el mundo.

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