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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

Las mujeres detrás de Frankestein

Historias de la vida y del ajedrez
30 de octubre de 2014

De todas las partidas de ajedrez, las más caprichosas y sorprendentes son las que el destino juega con nosotros, los humanos. Como dijera el poeta, somos piezas empujadas por una extraña mano, en ese tablero de blancos días y negras noches.

En la Inglaterra del siglo XVIII hubo una niña de quince años, que para huir de la miseria tuvo que abandonar su casa. Se llamaba María Wallestoncraft y años más tarde sería la abuela de Frankestein. Al marcharse, su equipaje era la ropa que tenía puesta y su inteligencia. Para ganarse la vida fue cocinera, modista, niñera y, sacando tiempo de lo imposible, empezó a escribir. Su brillantez la vinculó al mundo de filósofos, pintores, escritores e intelectuales de todo orden.

Después de amores, algunos turbulentos y otros platónicos, cuando María tenía treinta años estalló la Revolución Francesa y decidió viajar a París para galopar en los arrebatos libertarios del momento. Pero ella, una feminista vertical, descubrió que los revolucionarios franceses querían hablar de los derechos del hombre, no de los de la mujer. Y que el único derecho que a ellas se les concedía era el de subir al cadalso. Opinar o decidir sobre sus propias vidas podía costarles la cabeza. Era una revolución de machos que consideraban que, por ejemplo, los curas tenían que vivir solteros y las mujeres no podían votar. María regresó a Inglaterra, y allí, aunque era una predicadora contra el matrimonio, quedó embarazada y se casó con un anarquista. Nació una niña y María Wallestonecraft murió como consecuencia del parto. La huérfana también fue bautizada María y dieciocho años más tarde, ya casada, una noche, reunida con intelectuales, propusieron que cada uno escribiera una historia de terror. La única que cumplió la promesa fue esta chica, ahora llamada Mary Shelley, que llevaba el apellido de un poeta -hombre casado, con hijos-, con el que ella había escapado cuando tenía apenas quince años.

La novela nacida aquella noche oscura, juguetona y lluviosa, se llamó Frankestein, la primera novela de ciencia ficción en la que palpitaban los temores del ser humano ante el futuro que entonces se adivinaba y que ahora vivimos siete mil millones.                                                                                                                                                                                                                                               
En ajedrez, a diferencia de la vida real, los miedos solo atormentan a los dos contrincantes. 

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