¿Es posible la democracia en el Ecuador? ¿Se puede hablar de democracia? ¿Qué entendemos por democracia? ¿Los ciudadanos estamos de acuerdo y satisfechos con la democracia?
Sin lugar a dudas en el Ecuador y el continente, la palabra democracia se ha vuelto un concepto vacío. Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo a inicios del siglo pasado decía que tan sólo el 35 % estaba satisfecho con la democracia.
La pregunta que debemos hacernos es cuán legítima, oportuna y pertinente resulta celebrar elecciones en un escenario de violencia extrema, confrontación guerrerista e inseguridad superlativa. Todo parecería apuntar a que todo acto eleccionario se ha convertido en un simulacro. El próximo debate entre los dos candidatos a la presidencia será convertido en un baratillo de ofertas populistas y demagógicas. El domingo próximo, el gran electorado elegirá al candidato que ofrezca el cielo y las estrellas.
Ganará el candidato que ofrezca la mejor Navidad sin un dólar en su bolsillo. La mejora de las condiciones de vida de los hogares ecuatorianos, para la gran mayoría, depende mágicamente del nuevo gobierno. Es así que un estudio elaborado por la empresa Estratega establece que el 54 % de la población espera recibir ayuda del nuevo presidente y de los políticos para resolver los problemas de la familia ecuatoriana. Apenas un 16 % de ciudadanos considera que la solución está en sus propias manos. De ahí la importancia que podría tener el debate presidencial este próximo domingo.
La mayoría de los ecuatorianos espera una respuesta que dé una solución rápida de los problemas sociales que viven en sus hogares. Se espera que el Estado, con justa razón, atienda sus demandas. Aunque el próximo gobierno cuente, para el próximo año, con una disminución significativa de ingresos, junto a la papeleta electoral, el ciudadano endosará sus sueños.
Empero, ningún gobierno ha satisfecho las expectativas ciudadanas. Por ello, el conglomerado electoral mayoritario no ha tenido ningún empacho en aceptar el robo, el latrocinio, desapariciones, asesinatos políticos, abusos del poder o persecución a la prensa libre. Y todo porque hay la percepción de que mejoraron sus condiciones de vida a cualquier precio.
Sin embargo, ese mismo electorado hoy tendrá que vérselas con los sobreprecios pagados, el endeudamiento excesivo y el latrocinio de la “década revolucionaria”. Desde Bélgica y México estarán tratando de detener el desencanto para presentarse al debate presidencial este domingo.
Como no podrán sacar el dinero de la chistera, inventarán que tienen que crear una nueva moneda independiente del imperio norteamericano. Como no podrán someterse al orden democrático internacional, se alinearán con las malas compañías de Irán, Rusia, China, Bielorrusia o Venezuela.
Este domingo la propuesta “revolucionaria” ofrecerá las mejores Navidades sin recaudación fiscal y sin un dólar en el bolsillo.