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El Telégrafo
Edmundo Vera Manzo

Las mayores estupideces: utilizar la inteligencia al servicio de la explotación y la guerra

23 de abril de 2016

Las mayores estupideces son cometidas por personas que desperdician su gran inteligencia en la invención de armas al servicio de fabricantes y traficantes y por quienes se convierten en ideólogos para justificar y convencer sobre la explotación de la mayoría de los seres humanos y que, aun sabiendo el grave daño que producen, continúan realizando acciones con terquedad y arrogancia.

La estupidez no es sinónimo de tontería, de deficiencia intelectual. Tampoco existen personas estúpidas. La estupidez la asocio a personas inteligentes o muy inteligentes que en ámbitos específicos de su vida (política, trabajo, social, familiar o afectiva), en determinados momentos, realizan acciones o conductas equivocadas (falta de atención, descontrol emocional, fallas del razonamiento, ignorancia, impulsividad, atrevimiento desmedido, subestimación a los demás), complementadas con arrogancia y terquedad para reconocer el error. Lo paradójico es que  una persona puede ser inteligente y asumir acciones estúpidas. Lo más absurdo es que en las últimas épocas de la evolución humana, algunas de las inteligencias más destacadas hayan incurrido en la estupidez de elaborar argucias de razonamientos indecentes e imprudentes con teorías inaceptables de superioridad racial, religiosa y cultural para justificar invasiones, saqueos, explotación y destrucción de territorios y países, defendiendo la apertura total de los mercados que favorecen a los países que tienen un mayor desarrollo económico y tecnológico, arruinando las producciones locales y nacionales. Además, consideran que las personas más ricas y las empresas más grandes no paguen o paguen pocos impuestos y aranceles para que inviertan en la creación de más trabajos. Hasta ahora, con esas políticas, pagan salarios miserables y cada día los más ricos se hacen cada vez más ricos y los más pobres cada vez más pobres. Los defensores ideológicos de la explotación (filósofos, sociólogos, economistas y abogados) son consecuentes cuando creen en lo que piensan. En cambio los asalariados o que disfrutan favores de sus amos, sin creer lo que expresan, son traidores de sí mismos y de la humanidad. Se creen importantes por ser sirvientes de los poderosos que justifican con su inteligencia fracasada y se sienten como los amos sin serlos. Caen en la estupidez intelectual, desperdicio intelectual, vergüenza, ridiculez y pena.  

Otra de las mayores estupideces son las acciones en la ciencia aplicada a la industria armamentista, los mismos que promueven invasiones, guerras y tráfico de influencias, constituyendo el mayor desperdicio de recursos. Quienes se dedican se convierten en vampiros humanos, en vividores de la muerte ajena.

D. Eisenhower el 17-01-1961, en su último discurso como presidente, advirtió un gran peligro a Estados Unidos y al mundo: “En  los consejos de gobiernos, debemos protegernos de la adquisición de influencia injustificada, deseada o no, del complejo militar-industrial. El potencial de un desastroso incremento de poder fuera de lugar existe y persistirá. No debemos dejar que el peso de esta combinación ponga en peligro nuestras libertades o procesos democráticos. No debemos tomar nada por sentado. Solo una ciudadanía alerta y bien informada puede compeler la combinación adecuada de la gigantesca maquinaria industrial de defensa industrial y militar con nuestros métodos y objetivos pacíficos, de modo tal que seguridad y libertad puedan prosperar juntos”. La advertencia se ha cumplido terriblemente. Los productores y traficantes de armas promueven guerras por todas partes. Hay que detenerlos. Lo sensato es reducir y eliminar ejércitos y guerras, con esos recursos eliminar la ignorancia, la pobreza y la injusticia y reemplazarlos con educación, paz y justicia. Pero, según A. Einstein: “Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y del universo no estoy seguro”. (O)

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