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El Telégrafo

Las malas conversaciones

14 de agosto de 2011

Con cuánta facilidad nos involucramos -casi sin darnos cuenta- en conversaciones que, en lugar de edificarnos, destruyen nuestra moral. Hace dos mil años, el apóstol cristiano Pablo advirtió sobre esto a la iglesia de Corintios, con la frase: “No erréis, las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”.

Por su parte, la metafísica y conocimientos afines corroboran el hecho de que el tema de conversación, la forma en que se lo maneje y las emociones involucradas, establecen una frecuencia vibratoria que es clasificada como baja o alta según la “calidad” del contenido; por ello, no debe sorprendernos que mientras la Biblia nos dice que cuando dos o más personas están reunidas en oración, Cristo está entre ellos, por otro lado, los metafísicos y esotéricos exponen que cuando un grupo de individuos se reúnen expresando frases y sentimientos nocivos, seres de bajo nivel astral o espiritual los rodean.

La realidad es que, tanto personas jóvenes, como adultos de cualquier edad, somos propensos a involucrarnos en conversaciones que en nada aportan a nuestra edificación, sino que, por el contrario, carcomen nuestros cimientos éticos y morales, envileciéndonos y llevándonos poco a poco por caminos destructivos.

Bromas de mal gusto, comparaciones denigrantes, calumnias, obscenidades, palabras hirientes, propuestas indecorosas, críticas insanas, etc., forman parte de este “caldo de cultivo”, que está estrechamente relacionado con la clase de personas con quienes compartimos, pues no olvidemos que la misma Biblia, en uno de los evangelios, nos aclara que “de la abundancia del corazón habla la boca”.

Cabe recordar la abundancia de alusiones sobre la lengua, plasmadas en diversos textos de sabiduría, en las cuales se expresa su poder de bendición y vida, por un lado, y de maldición y muerte, por otro. De hecho, la oportunidad de compartir temas enriquecedores espirituales, o de cualquier área del conocimiento humano, constituye una gran bendición, pero participar en conversaciones degradantes solo traerá divisiones, resentimientos, agresiones y maldiciones.

Finalmente, no olvidemos que antes de que la palabra se pronuncie se forma el pensamiento que procesa los sentimientos nacidos en nuestro corazón, verdadera fuente del bien y del mal; por lo cual, compartamos con personas de corazón limpio que puedan -sin importar su nivel de educación- aportar a nuestro crecimiento espiritual.

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