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El Telégrafo

Las lecciones de los peregrinos

19 de agosto de 2011

Como muchos, leí las declaraciones de Adriana, una entusiasta parte de los peregrinos de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ): “Estamos muy emocionados por poder ver al Papa porque él es nuestro líder y le debemos mucho respeto”. Por supuesto, no esperaba una disertación teológica dentro del espectro y la euforia que debe significar, para ella, la visita del Papa. Pero desde esa frase uno puede entender por qué resultaron tan conflictivas estas jornadas. Al parecer, los ojos de las juventudes están puestos en el papa Benedicto XVI, y no en Dios. Jornadas ridículamente costosas (50 millones de euros), insultantes para un país de mileuristas y con una economía menguante. 

El mayor reclamo de los protestantes en contra de la JMJ fue el derroche en un mundo que todavía mendiga migajas. Pero en todo caso, en esta economía global de mercado, cada uno hace con su dinero lo que guste.

Y la Iglesia católica no es una junta de beneficencia (aunque 1 Juan 3:17 dice: Pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón contra él, ¿cómo puede morar el amor de Dios en él?). Y si bien Lucas 10:4 dice: “No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y a nadie saludéis por el camino”, el papamóvil es atractivo para ateo y piadoso por igual. Pero cuando tenemos los ojos puestos en Cristo y el corazón en el Señor, recordamos que la Iglesia, cualquiera que sea su denominación, es una institución hecha por hombres, con los vicios y flaquezas de los hombres; un reducto espiritual luchando en lo mundano.

Entonces, ¿qué buscamos? Ministrar en silencio, evangelizar sin palabras. No para ser salvos, sino para ser como Él; cristianos adorando a Dios con el ejemplo. Lo que irremediablemente nos lleva a pensar en nuestras propias contradicciones. Las contradicciones de un gobierno que a veces peca de lo que condena. Las contradicciones de una prensa (estatal o privada) que juzga y no quiere ser juzgada. Las contradicciones del empresario que se queja de los impuestos, pero los evade. Las contradicciones del trabajador que se queja por los abusos, pero no trabaja. Las contradicciones de los que lanzamos las primeras piedras.

En todo este contexto, las palabras del papa Benedicto XVI no dejan de ser ciertas: debemos abrir los ojos ante “la superficialidad, el consumismo y el hedonismo imperantes, tanta banalidad a la hora de vivir la sexualidad, tanta insolidaridad y tanta corrupción”. Todos debemos hacerlo. Todos.

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