Las islas Malvinas han desatado una nueva escalada de tensiones. Las reservas de petróleo descubiertas en la plataforma del archipiélago alcanzan los 60.000 millones de barriles. Además, hay gas y abundante pesca.
La proyección geopolítica hacia la Antártida no debe perderse de vista. Los expertos petroleros también afirman que las reservas del Mar del Norte se están agotando.
En 1833 Gran Bretaña invadió las islas, en una típica acción colonialista del gobierno de “Su Majestad”. Actualmente resulta difícil para la corona sostener una argumentación jurídica sólida para reivindicar la soberanía sobre las islas, estando situada Gran Bretaña “al otro lado” del planeta.
En pleno siglo XXI las Malvinas son una colonia de ultramar, hecho que a todas luces representa una violación flagrante a la soberanía territorial de Argentina.
La guerra de 1982 se inició el 2 de abril con la llamada “Operación Rosario”, que consistió en la recuperación de las islas por parte del Ejército argentino. Concluyó el 14 de junio del mismo año, con la victoria de las fuerzas británicas.
Los dictadores argentinos se autoconvencieron de que Estados Unidos adoptaría una posición de neutralidad. Se equivocaron.
El gobierno de Reagan apoyó a su aliado estratégico inglés, incumpliendo el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).
En efecto, los servicios especiales estadounidenses se hicieron cargo de los datos de inteligencia satelital, los mismos que fueron entregados oportunamente al alto mando británico. EE.UU. también se encargó de bloquear el reabastecimiento de pertrechos para Argentina, especialmente de los misiles franceses Exocet que habían demostrado alta precisión.
En febrero de 2010 se instaló la primera torre de perforación de la empresa inglesa Desire Petroleum Company. Meses después inició sus trabajos la Anadarko Petroleum Corporation de Estados Unidos. Clara señal del acuerdo colonizador que existe entre los “dos socios”.
Corresponde a las organizaciones de integración como la ALBA, Unasur, Celac, continuar respaldando la postura de legítimo reclamo de la hermana República Argentina. Es hora de exigir al Comité Especial de Descolonización que inicie un trabajo serio para promover una solución pacífica, justa y definitiva, conforme a las normas del Derecho Internacional vigente.
Este anacronismo debe terminar. La potencia decadente de ultramar haría bien en retirarse de las islas, junto con su socio. Las riquezas que allí existen deben ser para beneficio de sus únicos y legítimos dueños: los 41’769.726 argentinos.