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El Telégrafo

Las indígenas también son poetas

16 de septiembre de 2011

Muy poco antes de que el Ministerio Coordinador de Patrimonio entregara Amanece en nuestras vidas, en el Ecuador no existía ninguna publicación dedicada a dar a conocer las creaciones literarias de las  mujeres indígenas de nuestro país. ¡Mayúscula injusticia!  Y tuvo que ser  precisamente una mujer, la ministra María Fernanda Espinosa Garcés, quien con  mucha sensibilidad emprendió en la tarea de saldar aquella deuda cultural y social, al acoger con entusiasmo la idea de Pablo Salgado, asesor de la mencionada cartera de Estado.

Fue así como tan solo unos cuantos meses atrás, la antología de poesía y cuento Amanece en nuestras vidas vio la luz para deleite de la población nacional con intereses literarios y para satisfacción de las autoras de aquellos bellos escritos provenientes de diversas nacionalidades indígenas que existen en la República y que habitan en tres regiones del país, Costa, Sierra y Oriente en sus diferentes asentamientos. En la primera de nuestras regiones, los  awá, los chachis, los cayapas, los epera, los huancavilcas, los mantas y los tsáchilas; en la Sierra ecuatoriana: los quichuas con sus diversos pueblos (ubicados en Otavalo, Cayambe, Cotopaxi, Chimborazo, Cañar), como los salasacas o los saraguros; y finalmente las nacionalidades ubicadas en nuestra región oriental: huaoranis, achuar, shuar, cofán,  siona, secoya, shiwiar y zápara.

Como resultado, nuestra mujer indígena ha recobrado su voz y la cultura ecuatoriana ha sumado valores a su acervo. Pero esto solo es el tímido pero valioso comienzo, pues de seguro que un poco más adelante vendrán producciones literarias  más pulidas y superadas, desde las entrañas de la selva oriental, o desde los pajonales de los páramos andinos del país, o desde las chozas costeñas adormecidas por la brisa  marina, tendremos cada vez mejores expresiones del relato y la poesía.

La  mujer indígena ecuatoriana no es únicamente la habitante marginada de nuestra comunidad  ni es tampoco como piensan algunos ecuatorianos, aquel insignificante ser  absolutamente incapaz para manifestar un asomo de sensibilidad. Pues, muy por el contrario,  ella puede convertir la manifestación sencilla del más humilde y cotidiano vivir en destellos maravillosos de luz, de valoraciones diferentes, dándole al país la oportunidad de conocer mejor el alma  de la mujer  indígena del país. Como la poesía de María Mercedes Lema, la quichua de Otavalo: Qué ganas de redibujarte a besos/ enredada en  mi ausencia/ …recostada sobre mi voluntad./ Qué impaciencia la mía por sentirte/ por saberte vivo/ por reconocerte más allá de las palabras/ …recorrerte más allá del adiós.

O como los versos de la shuar María Clara  Sharupi, de Morona Santiago:

Tú que saliste de la entraña de la madre tierra/ por destino manifiesto/ parte de la nación shuar eres/ llevas la esencia primaria/ en el devenir veloz/  vamos en pos de un mundo mejor/ De la  selva somos las voces/ que quieren tener calladas/ pero somos alboradas/ somos amanecer/ frente a actitudes atroces.

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