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El Telégrafo

Las huellas de la tierna poesía

23 de mayo de 2012

En el rutilante amanecer de las ideas la estética guarda un lugar de privilegio. Más aún si la poesía se expone en sus míticas maneras de alumbramiento y milenarias ópticas de nacencia. El poeta transita entre los entuertos que expulsa la sociedad decadente, en donde el éxtasis de la admiración literaria es solo un fantasma transitorio. La derivación de la palabra estimula a renovar las añejas temáticas y a profundizar por la huella de los viejos hacedores del verso.

Todo ello en una incesante exploración de los signos individuales del creador.

La poesía es fiebre y tormenta que perenniza nostalgias. Elemento latente de estremecimiento espiritual. Aluvión de aguas propias y extrañas. Herramienta catártica en el sendero de la desolación. Metástasis en donde los dolores susurran el final de la primavera. Germinación de orquídeas y amapolas silentes.

Con una propuesta fresca, Desirée Marín Sevilla acopia sus poemas en “Almohada sin huella” (El Ángel Editor, Quito, agosto de 2010). Textos divididos en cuatro partes, en donde el recuerdo se entremezcla con la añoranza del deseo, en donde el sortilegio  supera a la rutina. La autora se confiesa: “mujer tormenta fiebre/ caderas danza de arco iris/ mujer de flechas al sereno/ devoción de domingos/…Mujer latina color nuez”. 

En estos versos reaparece la íntima descripción de quien intenta descifrar sus adentros: “De mi reserva/ brotan espigas de canto/ sembríos de trigo/ y mensajes de arcilla”. Efectivamente, es un cántico que reivindica el misterio del amor, profundiza  en los deseos inconfesables, devela los miedos humanos, exclama la absolución de la pareja ausente. Paralelamente, el tono erótico se expande: “Para escuchar tus astros/ miro tu alma desnuda/ descubro en la fórmula del tiempo/ la mística locura del lenguaje íntimo/... A izar la bandera con mi lengua/ -tu transparencia atravesando mi conciencia-/ te invito”. 

El retorno a lo inasible se desprende como enunciado inherente al discurso poético. De forma recurrente se imprime la falacia caracterizada por el ser amado, quien subsiste en la sombra del olvido. La contraseña del pasado motiva el surgimiento del verso agudo: “Estocadas imprevistas/ borraron tus encantos/ Fuimos dos guerreros/ creciendo en mi parcela/ la fruta de años detenidos/… He sobrevivido a los buenos días que tuvimos/ repaso tus caricias como credos protectores/ para cuando vuelva a amar”.

No hay duda de que Desirée Marín es poetisa desde los bordes del dolor, apartada de lo trivial, capturando las lágrimas en el anchuroso océano de nuestras inclemencias y perversiones. Consciente del derrumbe total, a partir del malabarismo poético.

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