El pasado domingo, en nuestro país fue día del padre, no tuve la suerte de estar con el mío por viaje y razones de trabajo, pero lo llevo siempre conmigo, me hago eco de aquello que leí entre esos mensajes que circulan en las redes y que caló hondo en mí, que dice algo así como:” Un padre no tiene vientre…pero tiene espalda”. Las espaldas de mi padre han sido una fortaleza que me han protegido toda la vida Puedo certificar que el mío se merece plenamente el reconocimiento que los hijos podemos hacerle.
Nos ha sostenido de la mano para vadear todos los obstáculos, nos ha alentado al hijo y a las hijas con un trato totalmente igualitario, sin hacernos sentir de menos, en una época en la que todavía se pensaba que la educación de las mujeres no iba mucho más allá del bachillerato y en la que las tareas de hombres y mujeres estaban tan definidas que no era fácil salirse de ellas en los hogares.
Tenemos un padre que nos alentó para conseguir las metas propuestas, a quien sentimos solidario siempre, en cualquier circunstancia, sin dejar de ejercer la paternidad guía, con lineamientos claros, con la energía para decirnos qué se debe y no hacer, con valores éticos acentuados y con el testimonio permanente de su ejemplo.
Relievo en mi padre un sentido del humor que no ha palidecido con los años, y que siempre fue nuestra columna a tierra, para demostrarnos la relatividad de las cosas, sobre todo la fragilidad de los espacios de poder y la necesidad de entender siempre que los halagos y las glorias son siempre pasajeros y que lo que queda es la reciedumbre moral, los valores, las actitudes firmes e inclaudicables.
Ya no está sumergido, como antes, cuando criaba a su familia junto con mi madre, en miles de trabajos, de consultas médicas, de reuniones, de cátedras, de tareas en el hospital por los más necesitados. El reposo del guerrero ha llegado a sus casi 89 años, un reposo vital, acompañado de caminatas saludables, de lecturas interminables, con una avidez que no ha cejado con los años y que nos ha legado, con los consejos oportunos, con la mirada que no ha dejado de ser brillante como su mente, con sus comentarios no siempre contemplativos y con ese sentido común que suele ser tan escaso.
Mi padre Moisés es esa presencia patriarcal sin poses y jamás con abusos, está ahí, siempre, solidario, generoso, crítico cuando lo amerita, fantástico en su interés por todo lo que pasa. El mundo de la ciencia no le es ajeno, como médico inquieto por las humanidades, la política atrae su atención, lo social es lo que más le importa.
Ágil conversador, no pierde oportunidad de hacerlo con amigos y familiares, es nuestra ancla y su voz mesurada nos acompaña siempre, junto con las reflexiones que no deja de hacer.
El día de los padres es un buen momento para rendirle mi homenaje de hija que se ha beneficiado de su amor, de su consejo, de su soporte, aún en las horas difíciles y en las muchas felices que hemos pasado juntos.