Son evidentes los resultados enormemente positivos, y el cumplimiento de los objetivos centrales de las políticas macro y microeconómicas y de justicia social, planificados y alcanzados por el régimen de Rafael Correa en estos seis años de su mandato presidencial. A pesar de los infames augurios catastróficos de unos cuantos hechiceros de la mediocracia, y también de errores, fruto de la inercia e inexperiencia de funcionarios de segundo nivel en las entidades del aparato gubernamental, se sostiene un buen nivel administrativo y financiero en dichas empresas.
Obviamente con las excepciones de siempre, como la desidia y lentitud en la gestión de ejecutivos en algunas de las eléctricas y otras, referentes a operaciones descuidadas del Banco de Fomento, el catastro censo de los aciertos de dichas organizaciones de propiedad del Estado es altamente satisfactorio.
No se cumple todavía, en pequeños enclaves burocráticos del sistema administrativo gubernativo con el ideal “de servicio público con calidad y calidez” -ferviente deseo del presidente Correa-; no obstante, los indicadores comunitarios muestran una mejoría importante en dicha atención, como no sucedía en muchos lustros. Existe un mercado interno dinámico con crecimiento sostenido, que ha solventado la expansión productiva y comercial, que a su vez posibilita una mayor y efectiva recaudación impositiva. El SRI ecuatoriano es un ejemplo en la región. De igual manera se ha logrado liberarse del dogal de la deuda externa y de sus tenedores nacionales y del exterior que esquilmaban el tesoro de la nación.
La renegociación de los contratos con las petroleras internacionales ha sido una tarea patriótica y exitosa, permitiendo que ingentes recursos sean recuperados para el erario nacional y convertidos en infraestructura: vial, sanitaria educativa, de seguridad, de vivienda y las grandes realizaciones para la cultura y para la ciencia.
Hoy existen nuevos desafíos. Los próximos cuatro años serán de emprendimientos fundamentales, entre otros, dos: el sostenimiento de las conquistas de la revolución y el desarrollo de la nueva matriz productiva, esta última implica la expresión de nuestra soberanía en todos sus aspectos, es el cambio fundamental en lo humano y lo técnico, y no solamente será la modificación de las variables de producción, también supondrá retos excepcionales en la conducta ética de la población y, desde luego, en el comportamiento moral de los funcionarios públicos y privados en la mayor dimensión. Elementos fundamentales, sin duda, serán las exigencias y categoría del empleo de los nuevos tiempos, para que pueda absorber el aumento vegetativo de la fuerza laboral, pero -asimismo-, premunidas de otra mentalidad y formación, las generaciones que paulatinamente se eduquen en las décadas futuras encontrarán los niveles necesarios de excelencia. Es el porvenir…
Ahora las empresas públicas serán parte sustancial del engranaje de este movimiento revolucionario, que intensificará la actividad económica y social, creará y facilitará la transferencia científica y tecnológica al conglomerado nacional y latinoamericano, y por ello estos organismos asumirán grandes responsabilidades; por tanto, amerita que se las capacite y se las refuerce en la concienciación del rol que tendrán que jugar en este proceso vital de cambio y, consecuentemente, debe propiciarse el más amplio conocimiento para todos sus integrantes de las realidades económicas, sociales y políticas del Ecuador y del mundo.