Paco Moncayo ha propuesto a la sociedad ecuatoriana “recuperar nuestros derechos y libertades” perdidos durante el ‘correísmo’. Pero, acto seguido, ha planteado la necesidad de “defender todo lo alcanzado en derechos” durante ese mismo gobierno. ¿Qué mismo hay que hacer, entonces: recuperar lo perdido o defender lo logrado?
Él reconoce la década ganada en estos años de revolución. Admite “un especial crecimiento en asuntos sociales”, la reducción de la pobreza y la desigualdad; la inversión en educación, salud; “la mejora estructural” en el sistema vial y energético. Pero inmediatamente arguye que el actual modelo “quebró al país”. ¿Cómo valora realmente esa inversión: hubo ganancias o pérdidas para la sociedad ecuatoriana?
Moncayo explica la década ganada por los altos precios del petróleo y no por una política que ha priorizado al ser humano antes que al capital. De ahí que diga que es “muy complicado” mantener los logros con un “petróleo a mitad de precio” y afirme que el actual modelo “no es sustentable” y que no hay más remedio que ¡recurrir al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial! Se declara, pues, impotente para enfrentar una coyuntura de escasez priorizando el desarrollo social y al ser humano por sobre el capital. Si su opción es pactar con los buitres que arrasaron nuestros derechos entre 1982-2006, entonces, ¿de qué defensa de derechos habla el General?
Propone “recuperar la democracia” y se declara un demócrata convencido, pero niega las violaciones a los derechos humanos cometidos por militares durante el febrescorderato, calificando al informe de la Comisión de la Verdad (2010) de ‘forjado’ y desmereciendo los testimonios de las víctimas de la represión operativizada por las fuerzas de seguridad del Estado. Más aún, para él, transparentar los crímenes de lesa humanidad y buscar justicia significa ‘amenazar’ a las FF.AA., a las que define como ‘democráticas’. ¿Dónde está, pues, su lealtad? ¿Con el espíritu de cuerpo de la institución militar o con los derechos de la ciudadanía?
Todas estas contradicciones, sin embargo, pueden delatar el contenido de la candidatura del General, que parecería expresar el pacto de los liberal-demócratas de clase media, reducen la democracia a procedimientos, y los corporativistas de clase media (indígenas, sindicales, gremiales, universitarios, militares, etc), que buscan reeditar la cabeza de Jano del neoliberalismo “con rostro humano” de la Constitución de 1998, algunos de cuyos promotores están dentro de esa alianza. Fue bajo este paraguas constitucional que se consolidaron sus micropoderes, en paralelo al gran asalto neoliberal de la oligarquía, que produjo la mayor devastación en la vida del pueblo ecuatoriano en la historia del siglo XX.
La candidatura de Paco Moncayo es, sin duda, una de las cartas del capital financiero. La más engañosa, quizás por lo ambigua y contradictoria, pero no menos representativa de sus intereses. (O)