Las tensiones en el mundo se han agudizado de tal modo, que se teme una tercera guerra mundial. Estos temores, exacerbados por las retóricas de líderes políticos de potencias, tienen fundamentos reales: se ha profundizado la ofensiva entre Ucrania y Rusia, después del lanzamiento de misiles de fabricación estadounidense, y está en pleno desarrollo el conflicto armado entre Israel y el grupo irregular Hamás. Este conflicto desbordó Gaza y se ha extendido hasta Siria e Irán, un país con industria nuclear;
Aunque las tensiones se expresan en conflictos localizados, están relacionados con otras dimensiones de la realidad global. Tanto a nivel mundial, como en el caso de determinadas potencias o centros, la economía está en una fase de contracción. Según el Banco Mundial (junio-2024), el crecimiento mundial será de 2.7%, menor al 3.1% de la década anterior. Estas cifras muestran una desaceleración, aunque no un colapso. Sin embargo, las cifras de algunos centros económicos mundiales industriales y financieros o economías avanzadas, son más alarmantes. La caída más notoria es la de China, pasó del 8.4% (2021) al 4.8% (2024). EE.UU. pasó del 5.8% (2021), al 2.5% (2024). Europa del 5.9% (2021) al 0.7%. En el mismo periodo también ha caído la economía de Rusia de 5.9% a 2.9%. El descenso de los productos internos brutos, se han producido por igual en India que en países árabes. La crisis se observa en la inflación y la restricción monetaria mundial. La diferencia con otros ciclos de depresión, radica en la mayor interdependencia mundial de los países en recursos naturales, mercado, disposición financiera y consumo, mientras aumenta el desempleo.
La geografía de los centros industriales del mundo coincide con la producción de armas. Los principales fabricantes y exportadores de armas son Estados Unidos, Rusia, Francia, Alemania y China (EOM). La relación entre contracción económica mundial e incentivos de guerras, deja pocas dudas acerca de que los archienemigos del mundo coinciden ahora en mantener los conflictos para evitar el colapso de las economías de sus corporaciones. Esto puede parecer sólo un juego de intereses, pero el factor de la competencia podría producir un desequilibrio, ahondado por el desempleo mundial, como ocurrió poco antes de la Segunda Guerra Mundial, promovida por los colapsos monetarios y la pauperización.