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El Telégrafo
Víctor Mendoza Andrade

Las campanas doblan por ti

12 de abril de 2016

Un niño, en posición fetal, las palmas de las manos juntas como pidiendo perdón, sirven de apoyo para sostener su cabeza sobre la arena. Está muerto a la orilla del mar. Es el niño sirio Aylan Kurdi, que en compañía de sus padres buscaba refugio en la civilizada Europa.

Una niña rubia, de aproximadamente ocho años acuclillada, en el helado adoquinado del sitio elegido como memorial de las víctimas del doble atentado perpetrado en Bruselas, cuida que no apague la llama del cirio rojo que tiene encendido en homenaje a los sacrificados  por los terroristas del llamado Estado Islámico (EI). Las lágrimas sin rebelión con una infinita tristeza se deslizan humedeciendo su rostro.

Las imágenes de estos dos niños sintetizan la época absurda y de permanente crueldad que la humanidad está viviendo entre el terror,  la guerra y la tragedia de los refugiados.  

La corta historia de Aylan Kurdi se inició en Siria, vivió la batalla de Kobane. Después de moverse con su familia entre varias ciudades para escapar de la guerra, se estableció en Turquía durante tres años. La familia regresó a Kobane a principios de 2015, cuando el EI atacó nuevamente (masacre de Kobane), y después de dos intentos fallidos de trasladarse la familia a la isla griega de Kos, el padre de Aylan tomó la decisión de trasladarse a Europa de manera ilegal en un bote inflable, el viaje terminó en tragedia con el hundimiento de la embarcación.

En París, el 13 de noviembre de 2015 (13-N), el demencial ataque yihadista perpetrado por el EI puso en máxima alerta, sobre todo a Europa Central, para evitar que se repitiera la masacre. La captura en Bélgica en el barrio de Molenbeek de Bruselas del terrorista escapado de París, aumentó el peligro sin que se pueda evitar las explosiones del 22 de marzo (22-M) en el aeropuerto de Bélgica Zaventem y en la estación de metro de Maalbeek. Las víctimas mortales fueron 35 y 300 heridos.     

Pero los ataques no solamente fueron en Europa. En Pakistán, en la ciudad de Lahore, el Domingo de Pascuas fue atacado por los terroristas islámicos un parque en donde paseaban 8.000 personas, ocasionando 350 heridos de los cuales la mayor parte era de musulmanes. 10 de los 72 muertos eran cristianos.

Las investigaciones y las capturas de los terroristas causantes en Europa del N-13 y M-22 han tenido como escenario Schaarbeek y Molenbeek, barrios pegados a Bruselas, los cuales han sido calificados como viveros yihadistas. Schaarbeek, a mediados del siglo pasado, fue considerado como ejemplo arquitectónico del art nouveau y lugar de residencia de la burguesía belga. En este barrio nació Jacques Brel, autor de la famosa canción de amor contrariado ‘Ne me quitte pas’, el cual cantó también a la alegría de vivir en los barrios de Bruselas, de donde ahora sale la muerte llevada por alucinados.

Y para exorcizarnos ante la barbarie, solamente nos queda repetir como un mantra los versos de John Donne (1624): “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”. (O)

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