En el pasado a la “prensa independiente” se la consideraba, erróneamente, como un poder, cuando se trata de un servicio a la comunidad. Lamentablemente, los medios de comunicación particulares se apartan de los fines del periodismo, para seguir manejando las informaciones y los comentarios en una sola dirección, con la intención de formar una opinión pública de acuerdo con sus intereses y de sus aliados. Además, alentar las acciones de la moribunda partidocracia, de los resentidos y de los izquierdistas infantiles que en complot inútil pretenden detener la reestructuración administrativa del Estado.
La corrupción, dentro de sus variables acepciones que constan en la Real Academia de la Lengua Española, la primera señala: “Alterar y trastocar la forma de alguna cosa”, como el caso de las noticias desequilibradas sin fuentes de sustento, basadas en rumores y los comentarios convertidos en calumnias. Si un medio se involucra en esos males, se aplicaría la afirmación de “prensa corrupta”. Los medios públicos, las cadenas y los mensajes sabatinos se inauguran para enfrentar al monopolio informativo de la prensa privada.
El presidente de la República, Rafael Correa Delgado, demuestra que su mensaje sabatino no es campaña política, es un escenario que se moviliza por todos los rincones de la patria para rendir cuenta de su gestión administrativa; enseñarle a los columnistas difamadores lecciones de moral y su disposición de receptar críticas a sus errores para su correspondiente enmienda.
Las cadenas no son propaganda ni publicidad. Se organizan para responder a los columnistas que constantemente califican al Mandatario de fascista, dictador y prepotente. También para clarificar la distorsión de los sucesos y las versiones antojadizas de los dirigentes de la oposición que disfrutan de extensos espacios gratuitos en los medios “independientes”, a cambio de su sometimiento.
Con la instauración de los medios públicos, las cadenas y los mensajes sabatinos, se ha implantado un equilibrio en el proceso comunicacional. Ahora sí se puede apreciar el tratamiento y el análisis de los acontecimientos, desde diversos ángulos y ópticas. Se ha entrado a una equilibrada competencia, hacia la formación de una correcta opinión publica.
Compartimos el pensamiento de Bismark: “La prensa no es la opinión pública”. Solo contribuye a su formación. Aceptamos el complemento de Angelus Silesius al exclamar: “Cuanto más se conjugan voces diversas y contrarias, más maravilloso resuena el concierto”.