Creyeron que nunca volvería, que estaría quemándose en el infierno para toda la eternidad, que gracias a su desaparición definitiva, ellos, los amos del país, podrían continuar retaceando la patria a su antojo, comprando y vendiendo indios a su gusto, despellejando a los negros en sus haciendas, prostituyendo a las hijas de los pobres. Creyeron que nunca volvería, que el Corazón de Jesús y la Dolorosa escucharían sus plegarias, el llanto con el cual rogaban al Altísimo que lo quemara hasta el último pelo de su barba blanca, hasta la última gota de sangre, hasta la última célula de su pequeño cuerpo de gigante.
Todo para que no volviera jamás. Y lo encerraron en una cárcel inmunda, y lo acribillaron a balazos, y lo tasajearon con cuchillo de matar cerdos, y los pedazos sanguinolentos y el esqueleto triturado los ataron con sogas y los arrastraron a lo largo de tres mil metros, hasta el parque de El Ejido, en Quito, donde encendieron la Hoguera Bárbara. Allí bufaron y danzaron. Allí escupieron y vomitaron borrachos sobre sus restos y los de sus tenientes, compañeros de lucha y de martirio.
Creyeron que el General no regresaría nunca, asesinado como fuera ferozmente el 28 de enero de 1912; que nunca retornarían los otros mártires de esa fecha macabra: Medardo Alfaro, Flavio Alfaro, Luciano Coral, Manuel Serrano, Ulpiano Páez; que tampoco volvería el otro general de montoneras, Pedro J. Montero, el “Tigre de Bulu Bulu”; al que igualmente victimaron tres días antes en Guayaquil, destrozado a tiros, decapitado, cercenados los testículos y paseados en las calles como trofeo de victoria.
Estúpida ilusión de los canibalescos malhechores, ejecutantes unos y otros escondidos en los salones presidenciales, detrás de los altares, en los bancos, en las casas de hacienda. Los Siete Mártires de la Revolución se disponen a volver a los 100 años de la Hoguera Bárbara, en medio del cariño y de la fervorosa memoria de su pueblo, que desde ya se organiza para recibirlos en triunfo. Habrá marchas, redoble de tambores, oleaje de banderas, multitudes recuperando a Eloy Alfaro, el Mejor Ecuatoriano de Todos los Tiempos, y a todos sus tenientes.
Por de pronto, en el mismo parque de la inmolación, en la Biblioteca El Ejido, a pocos metros de la Hoguera Bárbara, se abrirá al público el Rincón de Lecturas Alfaristas, con un centenar de obras sobre la Revolución, sus líderes, los hechos, el pensamiento de sus ideólogos. Esto como iniciativa de un colectivo interinstitucional pro conmemoración del Centenario de la Hoguera Bárbara.
La inauguración tendrá lugar el martes 22 de noviembre, desde las 10:00, con un programa cultural que incluye números artísticos y en el que participarán delegaciones de los colegios creados por Eloy Alfaro. Esta será una primera demostración del regreso triunfal de los Siete Mártires.
El General regresa con más fuerza que nunca, y con él vuelven los hombres que combatieron bajo su mando y que junto a él murieron.
El pueblo de Quito, al que infamemente se acusó del crimen, alzará la memoria de los héroes como estandarte imbatible en los picachos del Pichincha.