La figura del Vicepresidente ha sido establecida en la mayoría de las constituciones de nuestra república. En 1830, este funcionario presidía el Consejo de Estado encargado de sancionar las leyes, compuesto por ministros, delegados de la Corte de Justicia, la Iglesia y “tres vecinos de reputación”. En 1851 se produjo un cambio y se dispuso que en ausencia del Presidente de la República debía asumir el Presidente del Consejo de Estado, cuyos miembros eran nombrados por la Asamblea Nacional.
Retomada en 1852 la tradición de designar a un vicepresidente, la figura fue eliminada nuevamente en 1869, durante el régimen oligárquico de Gabriel García Moreno, en cuya ausencia asumiría el Ministro de lo Interior. En el régimen de Veintemilla el Congreso era responsable de designar al sucesor del Presidente. Durante el Progresismo se restituyó la figura vicepresidencial, que se mantuvo en la Carta de 1897, aprobada tras el triunfo de la Revolución Liberal, en la cual se lo encargaba de presidir el Consejo de Estado, integrado por la autoridad del Tribunal de Cuentas, Fiscal, rector de la Universidad Central, dos senadores, dos diputados y dos ciudadanos probos.
La carta fundamental del alfarismo de 1906 dispuso que el último presidente de la Cámara del Senado subrogara al Presidente en su ausencia. Entre 1929 y 1945, tampoco existió la figura del Vicepresidente, y ante falta del primer mandatario, le debía suceder un ministro o el presidente de la Función Legislativa. En la Constitución de 1946 se señalaba que el “Vicepresidente, mientras no ejerza la Presidencia de la República, será Presidente nato del Senado”. En la de 1967, aunque se volvió a restituir al Vicepresidente, este podía ejercer cualquier función pública o privada, con excepción de legislador, mientras no ejerciera la Presidencia. Desde 1978 en adelante ha existido el cargo de Vicepresidente.
En la Constitución de ese año se le encargaba la presidencia del Consejo de Desarrollo, integrado por ministros, delegado del Congreso, el presidente de la Junta Monetaria, representantes de alcaldes, prefectos, trabajadores, cámaras de la producción y universidades. La relación entre la figura del Vicepresidente de la República y la existencia de un cuerpo integrado por distintas funciones e incluso corporaciones, demostraría que, efectivamente, la regionalización y corporativización de los poderes fácticos hacía necesario que existiese siempre una cuarta instancia en la que se pudiera administrar el disenso.
A lo largo de la historia de Ecuador, la mayor parte, si no la totalidad de los vicepresidentes de la república, han sido de Quito, Guayaquil o Cuenca, epicentros de los poderes políticos, económicos y mediáticos. (O)