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El Telégrafo

La verdadera amistad

18 de marzo de 2012

¿Quién no tiene amigos en esta vida? Me refiero a los grandes amigos, a esos que uno extraña y con los que guarda muchas similitudes, esos con los que uno se identifica y conoce tan bien que hasta puede adivinar la frase que van a decir respecto a un tema determinado. Pero, como todos sabemos, la amistad no es algo que se da en blanco y negro, sino, más bien, en medios tonos; es decir, que hay diversos grados de amistad.

Quienes son nuestros amigos cercanos nos conocen bien y saben qué clase de personas somos apreciándonos por ello, pues la amistad es un afecto y por eso debe ser merecido, de lo contrario se volvería una pasión y estas no son saludables. Jesucristo nos enseñó que no hay amor más grande que dar la vida por los amigos, y nos exhortó a que nos amemos unos a otros como Él nos amó. Sin embargo, mucha gente acostumbra a tomar con ligereza una relación que merece mayor cuidado y seriedad, pues así como es difícil  que un león sea amigo de una cebra, es también difícil que dos personas con diverso nivel moral sean amigas.

A veces se dice que quien es un amigo de verdad, es incondicional, pero esta palabra guarda un significado muy impreciso que tambalea cuando se enfrenta a los valores morales, pues la base de una genuina amistad debe apoyarse en lo común de los valores de las partes, y si estos cambian o han sido fingidos, la amistad se desploma aunque haya tenido muchos años. Se dice también que el perro es el mejor amigo del hombre, pero este es un animal y por ello no tiene juicio, de manera que su fidelidad la entrega de manera instintiva, por eso muchos criminales y genocidas despiadados han tenido perros como sus mejores amigos, siendo los únicos capaces de acompañarlos hasta su fin.

En contraste, las diferencias de opiniones que se tengan respecto a temas cotidianos, no deberían afectar la amistad, como a veces ocurre, ya que el respeto a las opiniones ajenas es una obligación moral basada en un derecho humano reconocido universalmente. Se puede tener diversos criterios respecto a deportes, música, comida, moda, filosofía, religión, política, etc., pero no podrían ser buenos amigos un hombre benévolo y solidario con otro despiadado y cruel, o uno que sea honesto con otro que sea chantajista, estafador y ladrón.

Uno de los fundamentos de la amistad es compartir, por ello, a veces las coincidencias en ciertos aspectos ayudan a generar simpatía, pero esto, en el mejor de los casos, solo puede ser el nacimiento de una posible amistad; si es así, hay que saber cultivarla.

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