En 2009 tuve la oportunidad de entrevistar al presidente Correa y tratar el tema de la guerrilla y el narcotráfico en Colombia. Le pregunté por qué la posición del Ecuador era mantenerse alejado del conflicto, considerando que para esa época ya rebasaba sus fronteras.
El gobernante dijo en ese entonces que era un tema colombiano, muy en línea con la política de Estado tradicional del Ecuador.
No reconocer que el problema trasciende fronteras ha permitido que las actividades derivadas del narcotráfico se hayan incrustado en nuestra sociedad, por lo que en este momento echarnos las culpas unos a otros es extemporáneo.
El poder económico del narcotráfico se calcula en aproximadamente 600 mil millones de dólares alrededor del mundo. Luchar contra él es imposible, porque su capacidad corruptora ha permitido a las mafias enquistarse en las estructuras del Estado y en la sociedad civil para controlar su negocio y blindarse ellos mismos.
Hay problemas graves, porque parte de ese dinero circula en zonas pobres donde se “coloca” a elevadas tasas de interés. El chulco esclaviza al más necesitado. También esa gran cantidad de circulante, en una economía dolarizada, hace fácil el lavado de activos metiéndolos de a poco en la economía formal. Como esto pasa en muchos países, y lamentablemente estos recursos dinamizan la economía, de ahí la negativa de algunos gobiernos a querer combatir el narcotráfico.
Más allá de las acciones que hoy se reconocen al Ecuador contra el narcotráfico, creo que llegó el momento de discutir cómo atacar su rentabilidad y para ello debatir si hay que legalizar el consumo de ciertas drogas, a efecto de controlar el negocio y sus derivados, como el chulco, el sicariato, la trata de blancas, el tráfico de armas, el trasplante de órganos, el “narcomenudeo”, etc.
El problema no es unilateral sino del concierto de las naciones, donde se deberían establecer estrategias comunes para vencer este mal. Ya que Unasur es una iniciativa importante en la región, deberíamos entrar a liderar ese debate para buscar una política parametrizada.
Lo que importa es que en Ecuador tenemos enquistados sus tentáculos, pero ahora que se habla de la llamada “narcovalija”, la discusión se ha centrado en la responsabilidad política del Canciller y no nos damos cuenta de que el narcotráfico ha violentado la soberanía del país a través de la valija diplomática.
¿Será que nos podemos poner de acuerdo en el país primero? Quitarnos la venda de los ojos y hacer como hicieron en Estados Unidos para levantar la prohibición del whisky, eliminando así su contrabando.
En mi criterio, es más fácil controlar mediante acciones presupuestarias el tema de salud y adicción que controlar el narcotráfico mediante una guerra que la mafia puede comprar.