El dogmatismo y el sectarismo son los mayores cánceres mentales de la mayoría de los dirigentes del pueblo ecuatoriano. Muchas veces van unidos y se convierten en venenos masivos. El dogmatismo es una actitud y creencia en la capacidad de los seres humanos “para alcanzar la certeza absoluta”. La opinión dogmática se la expresa en forma categórica como verdad absoluta, que no admite ninguna crítica.
Por ejemplo, tener como absolutas las sesgadas interpretaciones de “prensa libre”, “libre comercio”, “libertad de opinar” esconden una prensa dependiente de los poderes económicos privados, la libertad de grupos poderosos de hacer lo que quiera en el comercio y la libertad de difamar personas, comunidades y países. El sectarismo viene de secta, es todo grupo de personas que sostienen una creencia o doctrina en forma fanática e intolerante con relación a las otras opiniones y posiciones.
Lamentablemente existen demasiados modos de pensar, conductas, escuelas (científicas, filosóficas, políticas y religiosas) que excluyen a los demás, encerrados en sí mismos, con estrechez mental, y que actúan de hecho (así no lo acepten) como dueños absolutos de la verdad.
El dogmatismo y el sectarismo son formas de pensar y actuar anteriores a la ciencia cuántica fundada por Max Planck en 1900 y a la teoría de la relatividad de Albert Einstein en 1905, del examen desde varias perspectivas o puntos de vista para mejor comprender cualquier realidad que se examine. La nueva forma de pensar, que tiene un poco más de un siglo y que ninguna comunidad o país la practica, considera que todo pensamiento y conocimiento tiene un límite, que la realidad es compleja, multicausal y multidimensional, que requiere diversos enfoques, opiniones y disciplinas para ser mejor comprendida y que la verdad es un proceso continuo en construcción colectiva inacabada.
En el Ecuador coexisten todas las formas de pensar de la historia de la humanidad. Para que dé un salto cualitativo en la unidad nacional debemos aceptar que toda persona y grupo humano tiene algún valor y practicar la interculturalidad. Sin apertura mental y objetivos comunes no puede construirse la unidad nacional. Hace innecesario al diálogo y la unidad en la diversidad. Por ejemplo, tendremos que aprender a aceptar las formas diferentes como cada quien concibe al mismo Dios, en vez de crear desunión en las comunidades, convencidos de que los otros están equivocados.