Los conflictos por la tierra se multiplican por varias provincias. Siempre es doloroso ver casas derrumbadas, mujeres y niños atropellados y dirigentes encarcelados. En cuanto a la minería, hay una conciencia cada vez mayor de que la minería a gran escala es la mayor desgracia que puede ocurrir a un país. A este nivel las resistencias se calculan en muertos, como ocurrió en Colombia, Perú, Chile, Bolivia, Guatemala… Pienso que allí no habrá marcha atrás y que esta situación puede volverse ingobernable para el actual régimen.
Nos hemos alegrado sobremanera al ver que Ecuador era el primer país en el mundo en reconocer y defender en su Constitución los derechos de la naturaleza. Estos derechos no pueden quedarse en meras declaraciones sin incidencia en la vida real. Los hijos de los campesinos emigran de sus campos a las ciudades y a otros países porque no hay empleo. ¿Son la solución las grandes empresas agrícolas que se lanzan a una producción de exportación a base de toneladas de químicos? Los indígenas se ven cada vez más arrinconados, contaminados o son desintegrados por su asimilación a una civilización depredadora, individualista y mercantilista. Pierden su identidad, su cultura, su vida comunitaria, sus conocimientos ancestrales. Lo dicen claramente: “Fluye el petróleo, sangra la tierra, llora el indio”.
¿Por qué no es capaz la Revolución Ciudadana de encontrar alternativas para crear empleos, ir sustituyendo el petróleo, encontrar una minería menos dañina, combinar saberes ancestrales y populares con tecnologías modernas, partiendo de los mismos perjudicados, del Sumak Kawsay o “Buen Vivir”, cuyos indígenas son los mayores guardianes y maestros? Para lograr esta verdadera revolución todos debemos ser integrados y protagonistas. Los mayores y mejores avances de nuestra Constitución provienen de la Conaie (Confederación de las Nacionalidades Indígenas del Ecuador) y de las Organizaciones Populares más pujantes para un cambio positivo de sociedad: lo han demostrado desde cuatro décadas. Los avances de la revolución ciudadana son los frutos de esas luchas constantes. Los indígenas nos enseñan que la tierra es vida, libertad y esperanza.
Las primeras páginas de la Biblia sobre la Creación nos orientan para que nuestra relación con la tierra sea beneficiosa para todos los seres vivos y para la misma tierra: “Dios puso al hombre en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara”. No somos dueños de la tierra; la tenemos prestada por nuestros hijos y nietos.