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El Telégrafo
Ramón Núñez

La Texaco y la CIA

19 de septiembre de 2013

Tomamos el voluminoso libro titulado “Legado de cenizas (Historia de la CIA)”, 718 páginas escritas por el veterano periodista norteamericano Tim Weiner, reportero de The New York Times,  libro  editado en 2008 por Debate, en Colombia. Weiner, Premio Pulitzer, escribió esta obra sobre la base de más de 50 mil documentos y centenares de entrevistas a personajes de la CIA, del Gobierno y el Congreso de Estados Unidos.

En la página 198 encontramos esta maravilla:  “McCone (director de la CIA) le entregó al presidente Kennedy un documento en que se esbozaban las operaciones encubiertas en Bolivia, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Guatemala y Venezuela. El documento estaba clasificado de alto secreto debido a que lo explica todo sobre los trapos sucios, le dijo McCone al Presidente. ‘Una maravillosa colección o diccionario de sus crímenes’, añadió George Bundy con una carcajada”. Esto ocurría el 15 de agosto de 1962.

Este festivo Bundy era nada menos que  el asesor de seguridad  nacional de Kennedy. Y bien: ¿cuál es el interés histórico de este singular pasaje?  Uno, que poco después, desde 1962 a 1964, esas “operaciones encubiertas” se convertían en brutales golpes de Estado en Bolivia, con el entronizamiento de la dictadura del general Barrientos; en la República Dominicana, con el derrocamiento del presidente Juan Bosch; en Brasil, con el derrocamiento del gobierno nacionalista de Joao Goulart; y en el Ecuador, con el derrocamiento del presidente Carlos Julio Arosemana, el 11 de julio de 1963, para sustituirlo con la Junta Militar (los 4 Coroneles de la Traición), encabezada por Ramón Castro Jijón. Golpes de Estado, todos fraguados por la CIA, encaminados a servir a las multinacionales imperialistas y a los designios políticos de Washington, en medio de persecución, tortura y muerte de millares de ciudadanos en todos estos países latinoamericanos.

Texaco sacó más de mil millones de barriles del mejor crudo del mundo para convertirlos en EE.UU. en los miles de derivados que luego nos venderíaEn nuestra desventurada patria, poco después, en marzo de 1964, reventó la bomba: fue el suculento regalo hecho por la Junta Militar a favor de la Texaco de una inmensa tajada territorial en la Amazonía: un millón cuatrocientos treinta y un mil hectáreas, que comparativamente era mayor a la mitad de toda la provincia de Pichincha, siendo la ridícula  obligación de Texaco pagar 25 centavos de sucre por año y por cada hectárea, lo que significaba un valor inferior a un plato de caldo de patas. Y esto para 50 años que duraba la concesión, con derecho a prórroga de diez más si Texaco lo quería. Y cuando apenas pagaba un seis por ciento de regalía, cuando ya en países árabes la empresa pagaba hasta el 50 por ciento de su producción.

De esa concesión y otra posterior de 650 mil hectáreas, Texaco sacó en menos de 30 años más de mil millones de barriles del mejor crudo existente en el mundo, y por lo mismo de los más caros, para convertirlos allá, en Estados Unidos, en los miles de derivados, como  gasolina y lubricantes, que luego nos vendería a nosotros mismos.

Para eso sirvió el golpe de Estado maquinado aquí por la CIA, y para que luego venda un paquetazo de acciones a la Chevron, y para que entre las dos hoy día se nieguen a pagar la multa de $ 19 mil millones que con justa razón reclaman los pueblos de la Amazonía, afectados de destrucción, cáncer y muerte por la  bárbara explotación de crudos que hiciera esta compañía, que también se comió crudas la soberanía y la dignidad de los ecuatorianos. De allí que es tan justa la sentencia dictada por los jueces ecuatorianos y ese clamor que crece en todo el país:“Soberanía y dignidad, Chevron-Texaco nunca más”.

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