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El Telégrafo
Melania Mora Witt

La teoría económica en el cambio de época

07 de junio de 2014

Cuando el 2 de noviembre de 2011 el profesor norteamericano Gregory Mankiw -que fue asesor del presidente Bush- inició una clase de Introducción a la Economía en la Universidad de Harvard, los alumnos se levantaron y abandonaron el aula, en protesta por el contenido y enfoque que daba a la asignatura.

Los estudiantes manifestaron que su indignación se debía a que “el vacío intelectual de gran parte del mundo era cómplice por acción u omisión en la actual crisis económica” y que “un estudio académico legítimo de la economía debe incluir la discusión crítica de las ventajas y los defectos de los diferentes modelos económicos” añadiendo que “no hay justificación para dar más importancia a las teorías de Adam Smith como algo más fundamental o básico, por ejemplo, que la teoría keynesiana”.

El malestar estudiantil se explica por la incoherencia entre la realidad, estremecida por la crisis, las medidas económicas adoptadas desde los organismos económicos internacionales que agravan la situación de las grandes masas, y la interpretación teórica sobre esos eventos a menudo ignorados.

El profesor español Enrique Tierno Galván decía que las universidades reproducen y consolidan las relaciones sociales existentes y que la enseñanza impartida sirve para formar los cuadros que el sistema necesita. Depende, decía, de la actitud de los docentes y especialmente de los alumnos, que se produzca un vuelco como el que se dio en la universidad argentina de Córdova en 1918, abriendo el camino a una renovación en la concepción del rol de las instituciones y su democratización.

El presidente Correa, destacado académico de la Economía, ha mencionado más de una vez la necesidad de que la enseñanza que se imparte en las facultades de esa rama abandone paradigmas afianzados en la ideología y no en la ciencia. Lamentablemente el neoliberalismo tomó por asalto los centros educativos de los que se desterró la Economía Política y se la reemplazó por ‘novedosas’ materias que, en el mejor de los casos, abordan aspectos secundarios o auxiliares del verdadero conocimiento económico.

En el cambio de época que vivimos, las universidades deben sintonizar los conocimientos que imparten con los requisitos de la sociedad. La enseñanza no puede remozarse solo en los instrumentos que los avances tecnológicos procuran, sino fundamentalmente en los contenidos teóricos. De otro modo, los abandonos de las aulas ante enseñanzas sesgadas pueden ser constantes.

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