La sociedad actual se percibe como una especie que siempre tiene hambre del mañana, que quiere adelantarse al próximo paso y ser cabeza o líder en cualquier revolución o en cualquier cambio. Rehusarse a la implementación de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) en pleno siglo XXI es una absoluta absurdidad, asumiendo que la globalización nos ha inducido desde hace algunos años para que su llegada y extensión sean abordadas o afrontadas de la mejor manera. O al menos con actitud de recepción y disposición. Esto, sobre todo, por algunos docentes, no solo veteranos, sino gente más reciente en la educación que se aferra vehemente y contundente a no desistir de un sistema que probablemente será opcional en unos veinte años. Y es que sí, evaluar presencialmente tiene sus notarias ventajas ante la tenencia del control a distancias cortas. Pero es que incorporar a nuestro procedimiento nuevas herramientas y que faciliten más nuestro trabajo, siempre será bienvenido.
La creación de programas digitales que permitan el registro automatizado de datos, la corrección por criterios de muchas actividades escolares, la amplitud que establece la comunicación en cualquier parte del planeta con tan solo disponer de un computador, un teléfono móvil o una Tablet crean un vínculo mucho más relevante para la educación actual. Ahora, en el apartado evaluativo ¿cuál es el riesgo que se corre cuando las tecnologías están de por medio? Pues bien, todo dependerá del juicio, la astucia y la intuición de un verdadero profesional de la pedagogía. Cuando éste deba construir su planificación académica, deberá considerar cuál es el mejor instrumento para llevar a cabo una evaluación asertiva para las dos partes (estudiante y profesor). Tratando que todos los objetivos centrados en esas competencias que se quieren alcanzar tengan la reflexión y el significado como único norte.
Las ventajas que brindan estas tecnologías y sus recursos son muchos, desde el desarrollo de nuevas habilidades cognitivas hasta la disminución total de las barreras geográficas. Pero el temor siempre estará en esa desventaja que acecha y que es el plagio, como respuesta inmediata y a solo un clic. ¿cómo evitarlo? Elaborando un plan que contemple siempre un instrumento de evaluación en tiempo real y que implique la postura personal y auténtica del estudiante. Así, el vicio de buscar siempre fuentes ajenas se irá yendo de su metodología habitual.