No iré a escuchar a Marroquín y su pandilla. Su audacia y prepotencia no tienen límites. Ha venido a nuestro país a darnos lecciones de democracia hablando a nombre de los dueños de los periódicos. Ni Naciones Unidas, organismo del que formamos parte como Estado, ha tenido semejante atrevimiento. Pensar que puede venir a Ecuador, país SOBERANO, para dar cátedra de democracia es un enorme dislate, más aún cuando nada ha dicho de las amenazas a la libertad de pensamiento y expresión de una dueña de periódico a sus periodistas: “Si ustedes quieren ser socialistas del siglo XXI, háganlo, pero están prevenidos, vayan a hacerlo en su casa”; nada dice de la falta de garantías laborales de los comunicadores sociales; nada dice de la censura efectiva real que se da en las salas de redacción de sus periódicos asociados; nada dijo, hasta hace pocos días, de los asesinatos de periodistas por la ultraderecha hondureña, desde el golpe de Estado. NADA.
Pero se atrevió a venir a este país para insultar a Rafael Correa que, por decisión soberana del pueblo ecuatoriano, es el Presidente Constitucional de la República. Y como la libertad de expresión aquí sí se vive, hasta pudo regresar para seguir denostando al Gobierno.
Debería entender que su parentesco con el ex Presidente guatemalteco era lo que le permitía mandar en su país, pero que esa posición de privilegio no le alcanza para hacer lo mismo en Ecuador o en el resto de América Latina.
A lo sumo lo que podría es vigilar cómo avanzan los negocios de su jefe en “El Pollo Campero”.