La necesidad de garantizar la seguridad de las personas estuvo en el origen del surgimiento de los estados, inclusive cuando se habla de las democracias, se dice que todos los miembros de un estado cedemos parte de nuestros derechos al Estado para que esos elementos fundamentales entre los que se encuentra la seguridad estén precautelados.
El convivir en una sociedad, el ser parte de un conjunto de seres humanos, el vivir en una ciudad, en un área rural, debería estar garantizado el que podamos desenvolvernos sin temores, realizar las actividades diarias sin el miedo de ser asaltados, robados, perder nuestras pertenencias e inclusive la vida.
Esa garantía, sin embargo, ha quedado como una especie de letra muerta, ya que el estado, me refiero al ecuatoriano, pero podríamos extender este concepto a muchos latinoamericanos y hasta del mundo, no está cumpliendo ese rol principal, ya que la incertidumbre se ha adueñado del convivir con los otros, ya que la inseguridad forma parte del diario vivir.
Si el estado no cumple con esa garantía de la seguridad, no está cumpliendo con su principal propósito e inclusive hay sectores más que otros que están más afectados, podríamos mencionar a las mujeres, a los niños, a los ancianos, quienes sufren mayores violencias aún y están sujetos a mayores expolios y violación de sus derechos.
Justamente Naciones Unidas y otros organismos internacionales, están poniendo énfasis en este derecho humano fundamental que es la seguridad, insistiendo en el deber de los estados a través de los diferentes tipos de gobierno, para hacer que este derecho se realice, sea respetado por todos y se instale una paz duradera que es a lo que todos aspiramos.
En el Ecuador, cada día estamos más conscientes de la necesidad de precautelar la seguridad de los habitantes, un bien que antes lo dábamos por hecho, pero que en estos últimos años nos ha demostrado la vulnerabilidad en la que nos encontramos.