Después de la crisis sanitaria suscitada en el año 2020, provocada por el virus del SARS-CoV-2 y la enfermedad de la COVID-19, con repercusiones en todo el mundo, el ser humano se percató que en este transitar terrenal no está solo, y no me refiero a la familia, amigos, conocidos y desconocidos. El hombre y la mujer está acompañado de una o varias situaciones complejas con las cuales debe lidiar, o ya ha venido luchando con -posiblemente- mayor registro de fracaso; situaciones cuyo peso puede ser visto en su salud emocional: mientras mayor peso tengan, más malestar emocional generan. Y es allí donde, simultaneamente, se valoriza el contar con el acompañamiento de profesionales en psicología y, dependiendo de las circunstancias, en psiquiatría, que nos permitan experimentar alivio y óptima salud mental y, consecuentemente, bienestar emocional individual y con ello el poder cooperar en fomentar bienestar emocional en el entorno donde nos desenvolvamos (familiar, sentimental, laboral, barrial, etcétera).
Y es que, a la fecha, al estar pasando de todo, practicamente la gran mayoría de personas o vive o ha vivido hechos dolorosos que nos impiden -en cierto grado- desde pensar hasta ejercer todas nuestras habilidades para crecer como personas, ‘dar nuestro cien por ciento’ y realizarnos en esta vida al cumplir nuestros sueños y alcanzar nuestros anhelos. Comenzando por quien escribe, sin vergüenza alguna al afirmarlo. Evento(s) que se da(n) en la etapa familiar, educativa, laboral o interpersonal ha(n) marcado la vida de las personas, sin distinción de raza, condición socioeconómica o sexo, y que van desde nimiedades (como un grito, un apodo o sobrenombre, o hasta una mirada penetrante) hasta los de alto calibre (actos sexuales sin consentimiento, como los tocamientos o la propia violación). Eventos que nos dejan una impronta y que nos marcan al grado que nos han dejado rotos y rotas y que nos ocasionan el “vivir” fracturando más a quienes están como nosotros(as) y nos evitan el vivir en armonia y ser interesantes como personas.
Se ha roto el mito de que la salud mental es necesaria para “dementes”. Más bien, se ha revalorizado tanto al grado de que hoy en día es vital para llevar un estilo de vida en plenitud, produciendo que inconscientemente provoquemos daño a los demás con nuestras propias heridas, evitando que personas rotas nos lastimen -algunas sin intención, y otras con premeditación-, y optando por lo más importante: amarnos para amar.