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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

La ruta de la seda

15 de marzo de 2018

Hace más de dos mil años empezó el impulso de una gigantesca ruta que unía China con el Mediterráneo, especializada en el tráfico de la seda, un bien apreciado por su valor de cambio y de prestigio. No deja de asombrar, aún ahora, que aquella  economía de escala perviviera por siglos, movida por el deseo de poseer aquel textil exótico, que prodigaba  estatus y resplandor. Más fue cierto, por la gracia de la alucinación y la devoción por la suavidad, la Ruta de la Seda funcionó durante mil quinientos años, de tal forma que en su momento, las reservas metálicas de occidente, pasaron casi enteramente a India y China (60 d.C.).

Aquel sistema de mundo finalmente entró en decadencia cuando  los portugueses lograron controlar en el siglo XV la ruta marítima y después, el Atlántico se convirtió en el nuevo mar económico. A pesar del relativo colapso, la Ruta de la Seda sembró en la dirigencia china la tradición de mirar siempre hacia afuera y desarrollar una política exterior que mantuviera viva la demanda externa de sus productos industriales y sus servicios mercantiles.

Hace poco, China anunció su interés por el renacimiento de la “Ruta de la Seda”, como estrategia para vigorizar el crecimiento económico, desacelerado en los últimos años. Esta vez se trata de un proyecto a escala global, activado por inversiones destinadas a desarrollar todas las formas modernas de conectividad, para unir China, Rusia, India, Europa y América Latina, con el objetivo de mover las exportaciones asiáticas y al mismo tiempo poner en circulación sus capitales acumulados.

Para mantener la producción industrial, China necesitará crecientemente de materias primas y recursos energéticos, cuyos yacimientos se hallan en América Latina y Medio Oriente. Al mismo tiempo se verá obligada a incrementar las reservas de oro, el bien más escaso y preciado para respaldar la emisión monetaria.

Si el proyecto chino se hiciera realidad, el principio movilizador sería el mismo, la demanda de bienes proveedores de ilusión. No obstante, la singularidad de la nueva Ruta radicaría en el encadenamiento y tejido fino de micro espacios económicos, activados por millones de medianos y pequeños comerciantes informales, cambiando la geopolítica y generando una inmensa plataforma de economía popular, movida por el tráfico legal e ilegal de baratijas, hasta el día en que se agote la última partícula del silicio de arena, que como la seda, tiene la propiedad para producir el resplandor. (O)

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