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El Telégrafo

La Revolución de los Pétalos

17 de mayo de 2018

“Levanten los adoquines (pavé, en francés), debajo de los adoquines están las playas”, rezaba un grafiti del Mayo del 68, en París, hace 50 años. Después de 25 años, en los convulsos 90, en Ecuador apareció este: “Cavad, cavad, cavad, debajo de las campanas está el mar”. El uno, apostaba por la imaginación; el otro, por mostrar que en la franciscana ciudad de Quito era posible soñar por medio de la poesía. Por eso, si la una se llamó la Revolución de las Flores, llamé a la segunda la Revolución de los Pétalos, de unos jóvenes que tenían, en aquel momento, la misma edad que sus encanecidos pares ya “hamburguesados”.

En Quito, los universitarios no se unieron con los obreros, ni se tomaron los teatros, a lo sumo las blancas paredes de los vecinos: “Dame una pared, y cambiaré el mundo”, fue una de sus proclamas. Como existirán incautos en esta relación frente al parisino mensaje contra la Gran Costumbre, el Gran Consumo, el Gran Sistema, traigo a colación un papelito amarillento de 1993 que lo confirma: “A los 25 años del Mayo del 68 tomamos la bandera desde el pupo de América Latina y gritamos nuestras palomas al viento porque estamos vivos, creemos  en los sueños posibles y sabemos que la Utopía está a la vuelta de la esquina pastando con un unicornio…”.

Aparecieron los grafitis: “Pedimos para los poetas hospitales de colores”, “Más poesía, menos policía”, “Qué suerte que los pájaros se siguen cagando sobre las estatuas”. Estos códigos no estaban alejados de una actitud política, pero muchas veces desde la desesperanza: “Recordado país, ¿cómo era que te llamabas”? o “La sociedad construye abismos, hay niños vendiéndolos en la calle”, “¿Hasta cuándo seremos los pacíficos dueños de tanto absurdo?” o “La moral está por los suelos. ¡Písala!”. Al final, saber que el movimiento era distante: “Nosotros vivimos la resaca de una orgía en la que no participamos” y un agónico “Proletarios del mundo, uníos. Última llamada”, antes de colocar: “Al Marx tiempo, buena cara”. Y siempre la poesía: “La luna cayó ayer en mi jardín y hoy solo cosecho manzanas de plata”. (O)

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