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El Telégrafo
Melania Mora Witt

La Revolución Ciudadana y los intelectuales

31 de octubre de 2015

En los procesos revolucionarios juegan un papel fundamental aquellos que con una visión de futuro aportan con las ideas fuerza en la definición de objetivos, establecimiento de metas y estrategias. Ello porque en esa suerte de ‘marco teórico’ se definen los principios ideológicos que se concretarán en programas de gobierno y serán la guía de las acciones gubernamentales transformadoras.

Tales tareas son, casi siempre, dirigidas por intelectuales. No es el espacio para definirlos, igual que a la cultura, aunque un debate nacional al respecto sería enriquecedor. Yo me refiero a nuestros creadores que desarrollan su actividad en los ámbitos de la poesía, la narración, el ensayo -que puede ser político, histórico, filosófico- y muchas otras ramas, como la docencia, el periodismo, la arqueología, incluyendo a los cultores de las bellas artes: música, danza, teatro, artes plásticas, cine; en suma, quienes accionan en el extenso campo de lo que llamamos cultura, sobre la cual abundan las definiciones y conceptos.

El reconocimiento del rol social de los intelectuales, es un buen barómetro de la atmósfera cultural de un país. En Cuba, Alicia Alonso, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Wifredo Lam, Silvio Rodríguez y la Nueva Trova, a más de sus famosos cantantes populares, han sido embajadores de la revolución caribeña. En el Chile de Allende, Pablo Neruda, Gonzalo Rojas, Víctor Jara, Sergio Ortega, los Quilapayún, Inti Illimani, entre otros, eran los rostros que mostraban al mundo ese socialismo ‘con sabor a empanadas y vino tinto’ que lideraba el presidente. Son conocidos los encuentros de Fidel y el ‘Che’ con los intelectuales; es ya historia la visita de Fidel a Alicia Alonso para pedirle que organice el ballet de la isla. En el período especial, Fidel expresó: “La prioridad es salvar la cultura”, y aun en los momentos más difíciles se impulsó la actividad de Casa de las Américas o el Centro Wifredo Lam, por nombrar a solo dos instituciones señeras.

En Ecuador, una amplia mayoría de nuestros mejores talentos acompaña a la Revolución Ciudadana, pero a mi juicio, el sector no ha sido valorado debidamente. Cierto que hay un Ministerio de Cultura que el poeta Preciado presidió originalmente, pero falta un mayor reconocimiento de quienes pueden ser la mejor carta de presentación de este ya histórico proceso. A más del apoyo al cine nacional, el cual es muy loable, hace falta que esos incentivos se orienten también a escritores, artistas visuales, danzarines, músicos; que se los incluya en las embajadas y delegaciones internacionales; que se beque a los artistas como lo hizo Alfaro; que se los publique y difunda su obra.

Desde el Ministerio de Cultura y el Sistema Nacional por estructurarse, deben partir esos estímulos. El objetivo no es ‘asimilarlos’, sino enriquecer los procesos con su creatividad e iniciativas. La Revolución Ciudadana debe integrar a los mejores exponentes de la vida cultural, en las tareas de construcción del nuevo país, basado en los valores de la inteligencia y el espíritu. (O)

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