En Ecuador la presencia de las mujeres en política se ha dado recién desde mediados del siglo pasado y ha ido escalando de a poco. Cuando nacimos como república nosotras empezamos desde cero.
En la Constitución de 1884 se establecía que los ciudadanos ecuatorianos eran únicamente los varones. Los textos vigentes entre los años 1878 y 1884 prohibían expresamente el voto femenino. En la Constitución de 1895, casi por descuido, se eliminó esta prohibición y en teoría, pero solo en teoría, las mujeres de esa época hubieran podido votar. Pero el voto femenino no se concretó hasta el año 1924 cuando Matilde Hidalgo interpuso una demanda para que se le reconociera su derecho al sufragio. El voto fue obligatorio para los hombres y optativo para las mujeres. Solo en 1967 la obligatoriedad del voto se extendió a las mujeres.
A las mujeres nos ha costado y nos sigue costandoestar en política. Día a día tenemos que luchar contra el discurso machista que nos dice, una y otra vez, que nuestro lugar no es ahí, que nos falta mucho, que nos falta todo; que nos exige requisitos que a los hombres jamás les han hecho falta.
La noción de violencia política contra las mujeres es un concepto relativamente nuevo, y sí, veo que a menudo no se lo tiene tan claro. También veo que se dice mucho que las mujeres exageramos, que ahora todo es violencia, que el tema de la violencia política contra nosostras es un chantaje, que ya no se nos puede criticar por nada.
No es así. No todo cuestionamiento a una mujer política es violencia de género. Se puede y se debe pedirle cuentas a la personas politicas por el ejercicio de su cargo y sus funciones; pero en el caso de las mujeres políticas, la crítica hacia ellas suele expresar la idea de que son inferiores en razón de su sexo.
La manera más sencilla de determinar cuando una crítica (o cualquier conducta) es sexista, es usar la regla de la inversión. Es decir, tomar una situación y probar si funciona igual si quien la protagoniza es un hombre y no una mujer.
Veamos ejemplos. Un Alcalde da un discurso para una fecha cívica y la opinión pública lo critica por el modelo de su traje o por el color de su corbata. Un asambleísta es cuestionado duramente porque se filtran videos suyos en ropa deportiva haciendo piruetas en una barra de ejercicio. Un candidato a elección popular es atacado por un contricante porque está , según él, pasado de peso. Un dirigente político es noticia en la prensa porque se divorcia de su pareja de muchos años. El Prefecto de una provincia se hace viral por sus fotos en blue jean.
Si nada de esto le pasa a los políticos hombres, esto es sexismo. Y es también la muestra de la violencia política que vivimos las mujeres a diario y que nos cuestiona no por nuestra ideas, o por el desempeño de nuestros cargos, si no por cómo nos vestimos, por nuestro cuerpo, por nuestra conducta privada o por nuestra moral sexual.