Los resultados de las últimas elecciones parlamentarias favorables a la tendencia de Macri, pusieron en aprietos no solo a la oposición, sino también a los analistas críticos, que no alcanzaban a entender cómo era posible que un presidente que representa los intereses de la minoría concentradora de la riqueza nacional, consolidara más poder con el favor de sus víctimas.
La respuesta ha comenzado a revelarse: las ilusiones movilizadoras de las grandes y complejas mayorías están empezando a chocar con factores concretos. En el país del sur, los sectores populares comienzan a agitarse, en parte activados por organizaciones políticas contrarias, lo cual no es nuevo; y en parte, impulsadas por sus propias fuerzas, bajo la forma de explosión social y violencia caótica desatada en la coyuntura del jueves 14 de diciembre, cuando se intentaba aprobar una reforma que afecta a las pensiones de los jubilados. Aunque los actores visibles de la jornada de protesta fueron las organizaciones sociales de izquierda, fue quizás el "lumpen" el que puso realmente el freno, al menos momentáneamente, a la poderosa clase dominante argentina, que controla actualmente el Estado.
Al mismo tiempo que marchaban organizaciones populares, para detener la aprobación de la reforma, y en el parlamento se producían asonadas protagonizadas por las facciones de izquierda, decenas saqueaban tiendas, acechaban la propiedad privada y quemaban vehículos. Si a algo temen los poderosos desde hace unos 200 años, es a la rebelión de los estómagos, porque son los únicos que no obedecen en su momento ni a la seducción de las campañas mediáticas, ni a los líderes partidistas ni a la misma fuerza armada, puesto que, enfrentados al límite biológico, llegan incluso a disputar el monopolio de la violencia.
En Argentina existe hoy una inflación galopante y el plan de inversiones extranjeras para impulsar la economía real está fracasando, debido a que los capitales llegan solo para especular y secuestrar recursos del Estado. El endeudamiento descontrolado sigue siendo el salvavidas, al mismo tiempo que se intenta extraer recursos mediante ajustes, para canalizarlos a los sectores pudientes, lo cual generará más pobreza.
A pesar de los esfuerzos narrativos de los medios argentinos para ocultar los efectos de la política económica, la imagen predominante transmitida por la televisión el 14 de diciembre mostraba un Buenos Aires sitiado por la gendarmería en acción, para detener no solo la marcha de los sectores populares, sino también lo que parecía ser una rebelión de estómagos, lo cual no se había visto en Argentina desde 2001. (O)