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El Telégrafo
Guido Calderón

La quiebra moral de Europa

06 de septiembre de 2015

Los medios europeos siempre se escandalizan por los horrores que suceden en otras partes del Tercer Mundo y replican en grandes titulares las cultas y mesuradas opiniones de l@s president@s de la muy civilizada, solidaria y segura zona euro, haciendo gala de su exquisita sabiduría, de su refinada capacidad de diálogo y la facilidad con la que llegan a sus acuerdos económicos.

Hasta hace unos años tenía la imagen de una Europa prosperada que generaba bienestar a la gran mayoría de sus ciudadanos y hasta parecía entendible la dureza con la que ejercían su marginación contra nosotros y cómo -hasta el día de hoy- nos tratan como potenciales delincuentes al momento de intentar obtener una visa de 90 días a la Zona Schengen, donde desde el mismo momento que llegamos al aeropuerto se llama a investigación aparte a las chicas latinas bonitas que ellos presumen van a prostituirse.

La burbuja inmobiliaria mostró el salvajismo de la casta española gobernante que permite a la banca el embargo de casas de hogares pobres y los dejan en la calle, incluso en el invierno.

La recuperación económica de Europa copó los titulares, luego la ‘Primavera Árabe’ convirtió a las dictaduras de Libia y Siria en campos de batalla que parecían lejanos a la sosegada prosperidad europea, que nuevamente se horrorizaba con las carnicerías del grupo terrorista Isis que hizo lo impensable: crear un Estado Islámico donde todas las torturas medievales están permitidas y seducen a jóvenes europeas que sueñan ser esposas de un yihadista que asesina a diario y tiene un promedio de vida de 3 meses.

El gran cementerio que es el mar Mediterráneo fue fuente de noticias europeas, digamos que leves, por las docenas de ahogados africanos que hay cada semana y la solución fue reforzar las patrullas marinas.

Pero lo sucedido esta última semana, la fotografía de un niño -de piel blanca- ahogado en una playa turca ha hecho que los medios europeos se saquen la máscara de complicidad y cuestionen ya no la moralidad sino el humanismo de Europa, de sus dirigentes y aun de sus ciudadanos, que gozan del bienestar, en parte, por los recursos primarios que extraen a bajos precios a los países en guerra y por el dinero que reciben a cambio de proveer de armas a todos los bandos en conflicto.

Europa es uno de los grandes productores de armas del mundo, industria que representa casi el 3% del PIB mundial, una tercera parte del PIB turístico. Muchas de esas ventas son tercerizadas para intentar lavar la sangre de sus manos.

Los máximos dirigentes europeos pelean entre sí y los más cínicos exigen aportar más dinero a las misiones humanitarias, se reclaman entre ellos por rehuir sus responsabilidad, rechazan de plano repartirse por cuotas los 350.000 refugiados que han llegado en lo que va del año, de los cuales se sabe que han muerto más de 2.000, los más inhumanos no creen que recibir refugiados solucione nada, simplonamente el vocero de la ONU dice que es necesario aumentar la “capacidad de búsqueda y rescate” en el mar.

El hashtag escrito en turco #KiyiyaVuranInsanlik no puede ser más real: ‘La humanidad ha fracasado’. (O)

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