La modernización de la tecnificación agrícola se originó en los países industrializados de Europa Occidental con el principal objetivo de aumentar la productividad de los cultivos, para el consumo humano (cereales, hortalizas, frutos, que también pueden ser materia prima para diferentes usos, como son la construcción, indumentaria, perfumería, etcétera). El concepto expresa la relación entre la producción y los factores productivos. Ejemplo: la producción maíz por hectárea (producto por unidad de trabajo).
La tecnificación de la agricultura mediante la creación de herramientas modernas: sistemas de riego, tractores, cosechadoras. La utilización de motores con combustibles fósiles, más los aportes de los conocimientos genéticos y químicos, aumentaron extraordinariamente la producción agrícola. No obstante, estos conocimientos aplicados en regiones ecológicamente diferentes a los lugares de origen, no pocas veces ocasionaron la depredación de los recursos naturales y la degradación de sus condiciones ambientales.
Estas consecuencias negativas, sobre todo las observadas en los trópicos, han sido motivo de preocupación ecuménica, pues esta región, por sus características ambientales y la riqueza de recursos naturales vitales, como son, suelos y agua, constituyen la potencial despensa de aprovisionamiento para el futuro de la humanidad.
La mayor parte de los países occidentales del denominado tercer mundo se encuentra en la faja tropical del planeta, entre estos Ecuador, en los cuales la tecnificación agrícola no ha significado su desarrollo. Orientada con el objetivo de obtener la mayor productividad al menor costo financiero posible, solamente ha beneficiado a las grandes empresas productoras relacionadas con las transnacionales exportadoras de los productos tradicionales, como son básicamente banano, cacao, café, a los cuales -temporalmente- se ha podido incluir por poco tiempo otros que no han contado con el apoyo suficiente para mantenerse en el mercado.
Las consecuencias son una apreciable brecha en el sector agrícola entre la empresa agrícola y el pequeño productor, repercutiendo en la prestación de servicios profesionales. Los técnicos han favorecido los métodos para obtener las mayores producciones sin controlar los índices de contaminación ambiental y el equilibrio de los sistemas naturales, registrándose amplias zonas depredadas más allá del umbral de resiliencia.
La comunidad científica internacional, preocupada con este panorama presentado por la utilización de los recursos naturales renovables, con los líderes mundiales legitimaron como principio mundial (Río de Janeiro 1992) el desarrollo sostenible, definiéndolo como “la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. Hay tres pilares para lograr este propósito: desarrollo económico, desarrollo social y la protección del medio ambiente.
Se cumplirán 25 años de esta declaración y cada vez son más notables los niveles de contaminación y el desequilibrio ambiental. (O)