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El Telégrafo

La prensa y los límites

15 de julio de 2011

En estos días se encuentra Ecuador en una nueva discusión respecto de la función de la prensa, pues el presidente Correa ha planteado demanda judicial a un periódico por asumir que este lo habría injuriado y afectado en su honra.
Nunca es lo mejor tener que plantear desde el Estado límites al funcionamiento de la prensa. Lo curioso es que la autorregulación de la misma no es nada común en Latinoamérica, y la tendencia mediática a extralimitarse lleva a menudo a que esta se convierta en el principal bastión de oposición política, rol que no le corresponde ni es el que la ciudadanía le ha delegado.

Veamos, si no, el caso argentino. El actual gobierno anuló el delito de injurias para el caso de los periodistas, a fin de garantizar la libertad de los mismos frente al Estado. ¿Cuál ha sido el resultado? ¿Respeto de los diarios hacia las autoridades? ¿Reconocimiento por el aumento de las libertades que el gobierno kirchnerista ha posibilitado?

De ninguna manera. En la Argentina no pocos diarios -sobre todo los dos de más tirada- realizan toda clase de ataques a las autoridades legítimamente elegidas por la población. No se trata de críticas, pues lugar a la crítica siempre debiera haber: son denuestos, descalificaciones, ataques maniqueos y unilaterales, reiterados y permanentes. Quitar la punición de las injurias, en vez de servir a desterrarlas del campo periodístico, ha servido a que haya quienes se exacerben en realizarlas.

El poder político es visible, ha sido elegido, está por un tiempo determinado, debe rendir cuentas. El poder mediático no ha sido delegado por la ciudadanía, no rinde cuentas en elecciones  y suele durar décadas, cuando no centurias de establecimiento y permanencia.

De tal modo, la legitimidad del poder político -el único de los poderes elegidos por la ciudadanía- es definitivamente mayor que la de quienes, a partir de la propiedad de un medio, puedan convertirse en sus detractores.

Y es dentro de esos cánones de legitimidad muy asimétricos entre política y prensa, que pueden leerse este tipo de conflictos que hoy hallamos en Ecuador, pero que han afectado a otros países latinoamericanos.

Tanto que en Bolivia, como bien ha dicho Evo Morales, por un tiempo la consigna de muchos de ellos fue acabar con
su gobierno, directamente “tumbar al indio”.

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