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El Telégrafo
José Gonzalo Bonilla

La política fuera del deporte

05 de agosto de 2021

No sé si a ustedes les pasó lo mismo que a mí. Pero es que cuando vi que Neisi Dajomes levantó la medalla de Oro como si levantara los cuerpos de su madre y de su hermano, fallecidos hace dos años, no pude contener las lágrimas y la garganta estrujó mi corazón. Sentí orgullo e indignación. Conocer la vida de los competidores olímpicos, casi todos venidos de la pobreza y del abandono total del Estado, nos hace admirarlos doblemente.

Los triunfos de Neisi Dajomes, Tamara Salazar y Richard Carapaz pusieron sobre el tapete la influencia nefasta que tuvo el correísmo hasta en el deporte. Como un pulpo gigante, el estatismo quiso tener bajo su control todas las actividades de la sociedad civil. Requerían de una arquitectura administrativa para el dominio, control y sometimiento que se plasmó en la ley del deporte. Al igual que la cultura y la comunicación, el deporte también requería de leyes que permitiera tener injerencia total sobre cualquier forma de organización social. Fue el chantaje y la coerción de la militancia de Alianza País.

El deporte que antes fue manejado casi de manera filantrópica pasó a una gigantesca burocracia que utilizó partidas presupuestarias más elevadas que los beneficios directos a los deportistas. El Comité Olímpico Ecuatoriano (COE), tiene hasta ahora como un actor importante, desde el año 2012, a un conspicuo revolucionario ciudadano dirigiendo este organismo.

El avispero lo despertó Richard Carapaz, al denunciar la falta de auspicio del COE, presidido hasta hoy por Augusto Morán, viejo militante del correísmo y burócrata del Comité desde el 2012.

Si Juan Francisco Ceballos abrió la puerta para la politización partidista del deporte, la anterior secretaria nombrada por el presidente Moreno, Andrea Sotomayor, se lleva las palmas. Como buena patinadora, patinó y se deslizó de la lógica y el sentido común. Pues, según ella, Carapaz, por poco, le debe el triunfo, dice que si no lo hubiera castigado, él no sería campeón de nada…

En la galería del correísmo deportivo, no podemos dejar de mencionar a Pierina Correa, que, como todos los presidentes de las federaciones deportivas, manejó las partidas presupuestarias, no sólo de manera oscura, sino que administró los fondos de acuerdo con el comportamiento de los mismos deportistas.

El Ecuador debe pasar de la politización del deporte a la generación de una efectiva política pública que promueva el ejercicio físico y la competencia. Esto, tanto a nivel barrial como la promoción de la participación en eventos internacionales. Pero, ¿por qué el Estado y la empresa privada deben invertir en el deporte?

Sin lugar a duda, atrás de las programaciones deportivas existe una industria del deporte. Al generar la política pública estará contemplada la generación de empleo y reactivación económica que tanto requiere el país en estos momentos.
En este tiempo que todos nos quejamos de la falta de educación cívica y formación en valores en todos los estamentos de la educación nacional, la vida de los deportistas y su comportamiento en las competencias, generan grandes lecciones de ética sobre todo a nuestra juventud.

Presenciar las diversas disciplinas deportivas de las olimpiadas, descubre el enorme potencial que tienen estas actividades para transmitir valores y principios propios de las sociedades democráticas. El cumplimiento del deber, la puntualidad, la justicia, la solidaridad y la transparencia, entre otros principios, influirán en la formación de una nueva ciudadanía.

La salud física, psicológica y emocional que supone el ejercicio, redundará en el mejoramiento de la calidad de vida de los ecuatorianos. En el futuro, cada dólar que el Estado invierta en el deporte se revertirá en el largo plazo en menos hospitales, menos cárceles y mejores profesionales.

Ya es hora de que el Ecuador impida que la política meta cuchara en el deporte.

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