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El Telégrafo
Víctor Mendoza Andrade

La piel del planeta

30 de agosto de 2016

El planeta Tierra se formó aproximadamente hace 4.550 millones de años. Tiene una superficie de alrededor de quinientos diez millones de km², de los cuales las tres cuartas partes están cubiertas por el agua. La parte sólida es el suelo en donde sobre su superficie se desarrolla una determinada vegetación natural que corresponde a las condiciones climáticas donde se desarrolla, por ejemplo, la imagen del bosque: tropical es diferente al boreal. El suelo de esta cobertura vegetal natural, distinta de acuerdo a su ubicación en el globo terrestre, vendría a ser la piel de la Tierra, sin cuya vegetación los seres vivos no podríamos existir.

Las mismas condiciones climáticas, especialmente temperatura y pluviosidad, influyen en el proceso de formación del suelo a partir de la roca madre. Este proceso es tan lento que puede tardar hasta 1.000 años en formar un centímetro de espesor del suelo que sustenta y proporciona los elementos necesarios para la vida de la vegetación.

Graziano da Silva (director de la FAO), reflexionando sobre la creciente presión humana sobre el recurso no renovable suelo, informó que mundialmente, en un 33% de la superficie terrestre, la degradación alcanza niveles críticos, volviendo urgente la necesidad de aplicar una correcta gestión de manejo para su conservación.

Los efectos de degradación de suelos son numerosos. “Entre ellos se incluye la disminución de la fertilidad del suelo, elevación de acidez, salinidad, alcalinización, deterioro de la estructura del suelo, erosión eólica e hídrica acelerada, pérdida de la materia orgánica y de biodiversidad”.

La erosión, con la pérdida de la capa superficial de los suelos, es una de las consecuencias más severas de la degradación. A nivel mundial, cada año se pierde un área de tierras productivas equivalente a cien mil kilómetros cuadrados por erosión y, con ella, los 20 millones de toneladas de granos que podrían haberse cosechado ahí.

Según nuevos datos de la FAO, más del 68% del suelo en América del Sur se encuentra afectado por la erosión, muy por encima del promedio mundial del 33%. Sin embargo, con voluntad, hay posibilidad de restaurar al menos 550 millones de estas hectáreas según la Convención para la Lucha contra la Desertificación de la ONU.

En Ecuador, la erosión es noticia por las graves consecuencias económicas que origina para la navegación, por ejemplo del río Guayas, donde es necesario permanentemente desalojar varios millones de metros cúbicos de sedimentos (actualmente 4 millones de metros cúbicos), a lo cual hay que añadir la falta de drenaje del río Daule en su desembocadura en el Guayas, lo que podría ocasionar -durante un fenómeno El Niño, por ejemplo- un desbordamiento serio de aguas en varios cantones.

Incluso el incremento de erosión a lo largo de la orilla del río Guayas traería consecuencias en Puerto Santa Ana, norte del Malecón 2000, problema que no podrá ser corregido sin tener el manejo adecuado de la erosión de la Cuenca Alta, lo cual trataremos posteriormente. (O)

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